Varios historiadores dudan sobre si el origen del topónimo de la localidad deriva de haber sido un lugar de producción de sal en la Edad Media
Salinas, Inés MONTES
Las salinas son los lugares donde se seca la sal procedente del agua del mar o de los lagos salados. El nombre se incorporó a los topónimos de muchos lugares donde se realizaba ese tipo de explotación, por ello la etimología del nombre de Salinas, según la creencia popular, puede proceder de las salinas que en la Edad Media proliferaron por la costa asturiana y también por la castrillonense. Pero la escasez de documentos escritos lleva a algunos historiadores a ser cautos a la hora de afirmar con rotundidad que el topónimo de Salinas se deba a que la localidad turística castrillonense tuviera salinas.
«No es fácil encontrar una referencia medieval de Salinas. Es una hipótesis que el nombre proceda de que en las inmediaciones de la localidad existieran salinas, pero no hay constancia física de ese hecho», señaló el arqueólogo Iván Muñiz, director junto con Alejandro García de las excavaciones arqueológicas en el castillo de Gauzón.
Otros historiadores mantienen que el nombre de Salinas aparece citado en documentos de los siglos IX y X que aluden a la explotación de sal marina. «Los lugares más idóneos para la localización de las salinas eran las zonas costeras, y más precisamente aquellos lugares como marismas, estuarios o playas. Avilés reunía todas estas condiciones y ya desde la alta Edad Media explotó la industria de la sal que en un principio se secaba en hornos costeros existentes en San Juan de Nieva y en las marismas del Espartal», señala el geógrafo José María Leal Bóveda en la publicación «Estudio geográfico-histórico del Puerto de Avilés».
Los expertos también hacen referencia a un documento del año 905 en el que el rey Alfonso III, el monarca que promovió el castillo de Gauzón, cedía las oficinas de la sal de las parroquias de Bayas y Naveces a la iglesia de San salvador de Oviedo. «El documento de Alfonso III del 905 fue manipulado en el siglo XII. No hay una justificación histórica para determinar que el topónimo de Salinas se debe a la existencia de salinas, más allá de la cercanía de Naveces y Bayas, donde sí existió industria de la sal», señaló Iván Muñiz.
«Las primeras noticias sobre nuestras salinas (de Asturias) se encuentran contenidas en la famosa donación otorgada el 20 de enero de 905 por Alfonso III y la reina Jimena a la iglesia San Salvador. Se incluye en ella la cesión a la sede ovetense de las «officinae salinarum» comprendidas dentro de los términos de las iglesias de Santa María del Mar, San Román de Naves, San Félix de Bayas -lugares todos identificables actualmente en el término municipal de Castrillón- y los del monasterio de San Juan Evangelista de Pravia», sostienen Isabel González García e Ignacio Ruiz de la Peña en la obra «La economía salinera en la Asturias medieval». Lo que parece incuestionable para todos los historiadores es que la industria salinera castrillonense fue en la Edad Media uno de los principales motores dinamizadores del Puerto de Avilés.
«En esta época (la Alta Edad Media), la actividad de mayor importancia relacionada con el puerto de Avilés fue la del comercio de la sal. Sabido es que dicho producto constituyó una de las bases del entramado económico de la Edad Media. Aunque ciñéndonos al caso asturiano, podemos decir que en una economía regional basada fundamentalmente en la ganadería y la pesca, se hacía necesario encontrar el medio natural por el que conservar los productos. Así, la sal se constituía no solo en elemento indispensable para la dieta diaria sino también en factor primordial en la conservación de elementos perecederos», concluye Leal Bóveda.
Salinas, Inés MONTES
Las salinas son los lugares donde se seca la sal procedente del agua del mar o de los lagos salados. El nombre se incorporó a los topónimos de muchos lugares donde se realizaba ese tipo de explotación, por ello la etimología del nombre de Salinas, según la creencia popular, puede proceder de las salinas que en la Edad Media proliferaron por la costa asturiana y también por la castrillonense. Pero la escasez de documentos escritos lleva a algunos historiadores a ser cautos a la hora de afirmar con rotundidad que el topónimo de Salinas se deba a que la localidad turística castrillonense tuviera salinas.
«No es fácil encontrar una referencia medieval de Salinas. Es una hipótesis que el nombre proceda de que en las inmediaciones de la localidad existieran salinas, pero no hay constancia física de ese hecho», señaló el arqueólogo Iván Muñiz, director junto con Alejandro García de las excavaciones arqueológicas en el castillo de Gauzón.
Otros historiadores mantienen que el nombre de Salinas aparece citado en documentos de los siglos IX y X que aluden a la explotación de sal marina. «Los lugares más idóneos para la localización de las salinas eran las zonas costeras, y más precisamente aquellos lugares como marismas, estuarios o playas. Avilés reunía todas estas condiciones y ya desde la alta Edad Media explotó la industria de la sal que en un principio se secaba en hornos costeros existentes en San Juan de Nieva y en las marismas del Espartal», señala el geógrafo José María Leal Bóveda en la publicación «Estudio geográfico-histórico del Puerto de Avilés».
Los expertos también hacen referencia a un documento del año 905 en el que el rey Alfonso III, el monarca que promovió el castillo de Gauzón, cedía las oficinas de la sal de las parroquias de Bayas y Naveces a la iglesia de San salvador de Oviedo. «El documento de Alfonso III del 905 fue manipulado en el siglo XII. No hay una justificación histórica para determinar que el topónimo de Salinas se debe a la existencia de salinas, más allá de la cercanía de Naveces y Bayas, donde sí existió industria de la sal», señaló Iván Muñiz.
«Las primeras noticias sobre nuestras salinas (de Asturias) se encuentran contenidas en la famosa donación otorgada el 20 de enero de 905 por Alfonso III y la reina Jimena a la iglesia San Salvador. Se incluye en ella la cesión a la sede ovetense de las «officinae salinarum» comprendidas dentro de los términos de las iglesias de Santa María del Mar, San Román de Naves, San Félix de Bayas -lugares todos identificables actualmente en el término municipal de Castrillón- y los del monasterio de San Juan Evangelista de Pravia», sostienen Isabel González García e Ignacio Ruiz de la Peña en la obra «La economía salinera en la Asturias medieval». Lo que parece incuestionable para todos los historiadores es que la industria salinera castrillonense fue en la Edad Media uno de los principales motores dinamizadores del Puerto de Avilés.
«En esta época (la Alta Edad Media), la actividad de mayor importancia relacionada con el puerto de Avilés fue la del comercio de la sal. Sabido es que dicho producto constituyó una de las bases del entramado económico de la Edad Media. Aunque ciñéndonos al caso asturiano, podemos decir que en una economía regional basada fundamentalmente en la ganadería y la pesca, se hacía necesario encontrar el medio natural por el que conservar los productos. Así, la sal se constituía no solo en elemento indispensable para la dieta diaria sino también en factor primordial en la conservación de elementos perecederos», concluye Leal Bóveda.