viernes, 28 de junio de 2013

Marisco en la ría, pero vetado

Mavea registra llámparas y almejas en el estuario, pero advierte de que su consumo «es peligroso para la salud»

Myriam MANCISIDOR Los mariscos han vuelto a la ría de Avilés: la almeja de perro, los berberechos, las ostras, las almejas babosas y los mejillones que tapizan todas las riberas se presentaron con fuerza en el estuario hace ya unos años. Ahora la familia ha crecido: este año se ha registrado un colonia de navajas de la especie autóctona «Solen marginatus» y varias especies de bígaros, llámparas y oricios así como de distintos crustáceos y percebes. El pasado martes, además, los integrantes del grupo ornitológico Mavea se encontraron con una Arola («Mya arenaria»), también conocida como «almejón» por su gran tamaño, que puede superar los diez centímetros de longitud. Eso sí, el marisco avilesino se puede ver pero no tocar.

Al menos esto es lo que aconsejan los integrantes de Mavea, colectivo que lidera César Álvarez Laó. «Con toda esta riqueza que regresa al estuario cada vez son más los vecinos que las esquilman y los que reclaman que se dejen capturar. Pero entendemos que esto es un grave error: primero, porque la mayoría de la riqueza está en la única zona protegida del interior de la ría (la ensenada de Llodero) y, segundo, porque si se permite su captura no dejaremos colonizar la ría y aumentar las poblaciones».

César Álvarez Laó destacó, además, que la mayoría de estas especies son filtradoras. Esto es, explicó, que se alimentan de «toda la materia orgánica y porquería que flota en la ría, por lo que su consumo es un peligro para la salud». «Sabemos que hay gente que coge llámparas en la ría y las vende en algunos bares. Lo mismo hacen varios barcos que fondean nasas con cangrejos durante varios días en la ría y luego venden esos animales que estuvieron comiendo suciedad», dijo y criticó: «La Autoridad Portuaria es conocedora de esta situación, pero no actúa para impedirla».

A juicio del portavoz de Mavea, los avilesinos deben estar contentos por lo «bien que está evolucionando la vida en la ría, aunque se debe proteger». Antaño el estuario avilesino era conocido por su bancos de ostras así como por los berberechos, almejas y navajas. «Llagaron a instalarse bateas de mejillones, pero el asentamiento de las industrias a mediados del siglo XX hizo desaparecer toda aquella riqueza marisquera», precisó Laó, que destacó que hace treinta años el único testigo del marisco que hubo en el estuario eran las conchas. Ahora distintas especies han vuelto a colonizar la ría y su crecimiento depende de la conciencia humana.

Un ejemplar de navaja de la especie autóctona «Solen marginatus».

 

lunes, 24 de junio de 2013

El marchoso tranvía eléctrico de Avilés

Archivado en (Los episodios avilesinos) por albertodelrio el 23-06-2013
El poeta Antonio Machado rimaba entusiasmado, rememorando un viaje en tren por ‘Campos de Castilla’, de esta guisa: «El tren camina y camina / y la máquina resuella / y tose con tos ferina / ¡Vamos en una centella!».
En Avilés también todo empezó a ir muy rápido desde aquel domingo 6 de julio de 1890, cuando llegó el tren por primera vez. Fue la señal para que, como una centella, se disparase una red de caminos de hierro, por las calles del centro de la ciudad y poblaciones de alrededores. Llegaba el tranvía.
22.TRANVIA con chispa CALLE LA CAMARA1 300x166 El marchoso tranvía eléctrico de Avilés
Avilés. Calle de La Cámara.
El tren siempre ha tenido ese halo de fascinación, tan de libro y de cine. Y en eso le sigue el tranvía, que al fin y al cabo es un tren de andar por casa y a los escritores les suele invitar a la nostalgia, exceptuando casos como el de Armando Palacio Valdés, que se fracturó una cadera al bajar de un tranvía, cosa que, la verdad, no da para romanticismos.
Sépase que el primer tranvía de Asturias, funcionó en Avilés, a partir de 1893. Era de vapor y su pequeña locomotora ‘lucía’ un gigantesco y asfixiante penacho de humo marrón. Era ‘La Chocolatera’. Sus cinco kilómetros de vía, unían la Villa del Adelantado con Salinas, siguiendo lo que hoy es carretera nacional.
Pero el tranvía fetén, el clásico, era el eléctrico. Y comenzó a funcionar el domingo 20 de febrero de 1921. Quédense con esta fecha que hay confusión, cosa fina, con ella.
221.TRANVIA con chispa. SALINAS.0096 TRANVIA 300x187 El marchoso tranvía eléctrico de Avilés
Salinas. 'La Cantina', hoy 'La Toldilla'
Ese día y después de los obligados actos protocolarios, ante el Ayuntamiento, ya entró en funcionamiento el tramo Salinas-San Juan de Nieva-Avilés-La Texera.
Posteriormente fueron entrando los demás: el 15 de enero de 1922 lo hizo el de Salinas-Arnao y el 12 de febrero el que unía La Texera con Villalegre. Finalmente, el 19 de agosto de 1923, el de Arnao-Piedras Blancas.
Desde los extremos del recorrido, la parada de El Foco, en Villalegre –entonces barrio residencial de mucho pisto– hasta la de Casa Zapico, en Piedras Blancas, el trazado de vía se acercaba a los 15 kilómetros y el tiempo utilizado en recorrerlos era de hora y media.
El tranvía (en un viaje virtual, partiendo de Villalegre, sin citar las paradas) pasaba por Los Canapés y atravesaba el casco urbano de Avilés: calle Rivero (encajonado), El Parche (encantado), calle La Cámara (acojonado, por el despendole bajando y abrumado por la fatiga subiendo), giraba 90 grados (con cierto  ‘canguele’) a La Muralla  y volvía a hacerlo (cuidadín, cuidadín… otra vez) para llegar al paseo del parque del Muelle donde tenía parada, y ’fonda’ si quería el viajero (‘Casa Máximo’, el ‘Santander’, etc.). Cruzaba luego el paso a nivel de Larrañaga, para enfilar la gran recta por la carretera de San Juan, llegar a la dársena portuaria y continuar hasta Salinas, por el antiguo y maravilloso pinar. Posteriormente, y paralelo a la playa, atravesaba el túnel para llegar a Arnao y finalmente a Piedras Blancas.22.TRANVIA con chispa. TARIFAS 167x300 El marchoso tranvía eléctrico de Avilés
El tramo Avilés-Arnao, era fundamental para el traslado de los trabajadores –de la Real Compañía y portuarios de San Juan– quienes tenían un bono especial. Los domingos era muy utilizado, gran parte del año, por los aficionados al fútbol, mientras el campo del Real Avilés estuvo en Las Arobias (que fue hasta la mitad del siglo XX). Los domingos también, y por el verano, y con hasta cuatro vagones-jardineras, iba a hasta los topes con usuarios de las playas, principalmente, de San Juan y Salinas.
El tranvía eléctrico, primer medio de transporte colectivo comarcal, significó avance y progreso. Tenía chispa y era alegre y divertido,  o sea marchoso. Hasta que los autobuses entraron en danza y el domingo 31 de diciembre de 1960 el tranvía capotó. Sus unidades ocupaban mucho espacio en unas calles que reclamaban miles de automóviles. La chispa de los troles era derrotada por los tubos de escape, o sea veneno por un tubo.
El tren llegó un domingo a Avilés, día de la semana en que también comenzó a circular el tranvía y, nuevamente domingo, cuando dejó de hacerlo.
Y domingo es hoy, cuando publico este episodio, donde anda suelta la nostalgia de mis domingos infantiles, asociada al binomio tranvía-playa, Avilés-Salinas (cuarenta minutos de trayecto). Entonces era más niño que ahora, aunque más bajín. Y más ingenuo, que ya es decir.
Entonces no imaginaba que los tranvías volverían, como lo están haciendo últimamente, a las ciudades de Europa.
Y mola.

sábado, 22 de junio de 2013

El Gobierno estudia ya medidas de gestión para el Cañón de Avilés tras 4 años de investigaciones

Medio Ambiente inicia una ronda de reuniones con los sectores afectados para consensuar las fórmulas de conservación

Myriam MANCISIDOR Los responsables del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente que dirige Miguel Arias Cañete iniciaron ayer en Gijón una serie de reuniones que tienen por objeto acordar con representantes de la administración pública, institutos de investigación, entidades conservancionistas y del sector pesquero las medidas de gestión que se adoptarán en el Cañón de Avilés y que pasan por su inclusión en la Red Natura 2000 Marina.

Estos encuentros no son fruto de la casualidad: este año finaliza el proyecto Life+ Indemares y, después de cuatro años de campañas oceanográficas, el Gobierno debe acordar ahora fórmulas de protección de las áreas estudiadas en base a los resultados obtenidos en las diferentes investigaciones.

En cualquier caso, el objetivo del proyecto Life Indemares es compatibilizar la conservación del Cañón de Avilés con el uso sostenible de los recursos «coordinando las actividades humanas con esta finalidad». El Cañón de Avilés, una fractura geológica que se hunde en las profundidades marinas y que da origen a un accidente geográfico que a tan sólo siete millas de la entrada de la ría alcanza 4.000 metros de profundidad, constituye un hábitat esencial para los reproductores de especies de interés comercial como la merluza o el pixín. De ahí la importancia de consensuar ahora la fórmula adecuada de gestión. En su día, el Cachucho, a unos 65 kilómetros de la costa de Ribadesella, fue la primera área marina protegida del país y actualmente es para el sector pesquero un oasis en el Cantábrico.

Los planes de gestión y control del Cañón de Avilés serían, en principio, menos estrictos que en el Cachucho. «Lo ideal sería proteger alrededor de un veinte por ciento de la superficie y evitar, por ejemplo, la pesca de fondo. Lo que no puede ser es que todo el mar se utilice para la pesca», sentenció durante una de las últimas campañas, Francisco Sánchez, del Oceanográfico de Santander.

El Cañón de Avilés destaca por ser el hábitat de los delfines común, listado y mular y el calderón común, donde comparten hábitat con el emblemático calamar gigante. Pero por si algo ha llamado la atención a los científico ha sido por el hallazgo de un sistema de cañones tributarios en el eje principal del cañón. Por contra destacan en la ficha de la sima abisal la intensa actividad pesquera «especialmente dañina en el caso de la pesca de arrastre practicada de forma habitual» así como los usos costeros, que también tienen influencia mar adentro. Citan, textualmente: «La ampliación del puerto de Avilés, la contaminación en forma de vertidos de aguas residuales urbanas e industriales deficientemente depuradas y la degradación costera». Con la cara y la cruz de la moneda, el Gobierno y los sectores implicados deberán hallar ahora una fórmula de gestión del Cañón de Avilés.


Una estrella brisingella, en el Cañón.

miércoles, 19 de junio de 2013

La ría de Avilés, hilo de la historia

La ensenada tal y como se conoce hoy es el resultado de la ampliación del puerto ante la llegada de Ensidesa


M. M.

La ría de Avilés surgió hace 290 millones de años. En todo este tiempo, la ensenada avilesina ha pasado de épocas doradas a días de agonía ecológica de las que todavía ahora se recupera, aunque es evidente la progresiva mejora de las condiciones del agua. Pero si por algo se caracteriza la ría avilesina es por ser el hilo conductor de la historia de la ciudad. Tras esos 290 millones de años, hace 30.000, durante el momento culminante del último período glaciar, el mar descendió unos 100 metros y la costa se retiró alrededor de 15 metros. Entonces el río se encajó en sus depósitos previos y excavó un valle que llegó a más de 40 metros de profundidad en Avilés. Luego llegaron los humanos y sus acciones explican el actual paisaje de la dársena.

La ría tal como la conocemos hoy es el resultado de la ampliación del puerto de Avilés sufrida en la década de los cincuenta al implantarse Ensidesa para dar salida y entrada a los productos metalúrgicos que se iban a fabricar en la nueva factoría. En la margen izquierda de la ría se encuentra la rula de Avilés (la primera de Asturias por volumen de descarga), la cofradía de pescadores y el puerto deportivo, cuyo número de amarres está experimentando un gran crecimiento en los últimos años.

El «bombón» natural está envuelto desde hace relativamente poco tiempo por esculturas, puentes y un paseo que ya comunica la ría de Avilés con La Marzaniella (Corvera). Entre los puentes, el más emblemático es el de San Sebastián, que destaca por el cromatismo arco iris obra del artista Ramón Rodríguez. El puente Azud es otra de las pasarelas que atraviesan la ría, al igual que la popularmente conocida como la «Grapa», que enlaza la plaza de Santiago López con el Centro Niemeyer, una complejo cultural que abrió sus puertas en marzo de 2011. Las esculturas que flanquean el paseo de la ría son varias: «Avilés», de Benjamín Menéndez o distintas piezas de la siderúrgica que forman la conocida como «Ruta del acero», cerca del «Paseo de la fama» de la Cofradía del Colesterol.

Es imposible, no obstante, comprender la actualidad del Puerto de Avilés y su proyección en el siglo XXI sin aludir a sus orígenes. En el siglo XII, el puerto de Avilés ya es conocido por el monopolio para la descarga de sal y desde entonces, aunque no siempre de forma constante, destacó por la mejora de sus infraestructuras de cara a ganar tráficos: de pescado, de mercancías y desde hace un año también de pasajeros, con la llegada de cruceros. El saneamiento de la ría también, una obra que alargó durante dos décadas, concluyó igualmente con éxito en 2011 aunque aún no ha entrado en servicio por trámites burocráticos.

La ría de Avilés es pasado y presente, historia y progreso. Por eso el pintor asturiano Valentín del Fresno ha dedicado una acuarela a la dársena avilesina, que hoy regala a sus lectores LA NUEVA ESPAÑA. En la obra se aprecia la bocana de la ría, con el Faro de Avilés al fondo, desde la Peña del Caballo.

domingo, 16 de junio de 2013

La foca de Avilés es barbuda

La escultura del parque del Muelle representa a un león marino de California
Foto: La foca de Avilés es barbuda
Myriam MANCISIDOR
La foca de Avilés es barbuda. Pero la escultura en su recuerdo instalada en el parque del muelle es la imagen de un león de California (mamífero pinnípedo de la familia de los Otariidae). Al menos, esto es lo que aseguran los integrantes del colectivo ornitológico Mavea, que han puesto texto a un trabajo fotográfico elaborado por Ricardo García Iglesias, «Rico». La barbuda permaneció en el estuario avilesino entre el 5 de diciembre de 1951 y el 11 de abril de 1952 (127 días).
Se dijo que trajo suerte porque, durante su estancia, se aprobó en el Consejo de Ministros la creación de Ensidesa. La gente entonces le cogió cariño, hasta tal punto, según cuentan los integrantes de Mavea, que le hicieron una escultura en 1957 que aún permanece en el parque del Muelle. «Pero esta escultura está basada en un "otario (león) de California" fruto, probablemente, del escaso conocimiento faunístico que tenía el escultor», reconocen los ecologistas avilesinos, si bien fue el propio escultor, según las mismas fuentes, el que fotografió al animal en la imagen que acompaña este reportaje y que data de 1952. La afamada foca de Avilés fue realizada por Joaquín Muñiz y Pepe el Roxu y diseñada por Tomás Menéndez.
«La gente llamó a esta foca la "Precursora". El animal se fue del estuario justo antes de que la draga "Pax" comenzase a limpiar parte de las marismas de Recastrón para hacer el actual canal de Pedro Menéndez», explican los integrantes de Mavea.
El historiador Alberto del Río también dedicó algunas palabras a la foca de Avilés en sus columnas de LA NUEVA ESPAÑA. Escribió: «Reivindico también -a la foca- como uno de los elementos iniciadores del turismo local, ya que por entonces hubo numerosas visitas -en domingos y fiestas de guardar- de gentes de otras sitios de Asturias para ver a tan exótico animal, al que los niños daban de comer».
De una forma u otra, la foca lleva presente en Avilés desde aquel 5 de diciembre de 1951. En los dos últimos años -2009 y 2010- la ciudad acogió incluso una «foca-parade», lo más parecido al «cow-parade», exposiciones temporales de vacas al aire libre, cada una decorada por un artista, que triunfó en numerosas ciudades de todo el mundo. En Avilés, la Escuela de Cerámica fue la encargada de elaborar las esculturas efímeras inspiradas en el mamífero precursor de Ensidesa, una foca barbuda a la que las confusiones llevaron a pasar a la historia como un león marino de California.

Lo que el tiempo se llevó en Zeluán

Ricardo García atesora una importante colección de fotos del monumento natural que refleja los cambios sociales y paisajísticos de la localidad
Foto: Lo que el tiempo se llevó en Zeluán
Myriam MANCISIDOR
En Zeluán lo que hay ha cambiado, como decía aquel «20 de abril» de los «Celtas Cortos». Ricardo García Iglesias, más conocido por «Rico», tiene pruebas de la transformación de esta localidad gozoniega en la que nació y se crio. Iglesias, que ahora vive en una casa de Laviana con vistas privilegiadas a la desembocadura de la ría de Avilés, es hijo de buzo y amante de los barcos que atracan en los muelles locales. Otras de sus pasiones son la cartografía y la fotografía, una afición que desarrolla como coleccionista desde hace más de diez años. En este tiempo ha reunido más de 10.000 fotos, muchas de ellas de Zeluán, un oasis que en 2002 recibió el título de monumento natural, pero este enclave no se libra, pese a toda protección, de los azotes de las industrias.
Iglesias ha recreado mapas de la ría de Avilés como el de Antonio Alcalá, una carta náutica que se considera el primer plano científico del estuario. Data de 1796 y el original se conserva en el Museo Marítimo de Luanco. En este plano se aprecia, entre otras cosas, una gran duna en Salinas adornada por un «mar» de pinos ahora erosionada. Otro mapa, de 1901, muestra aquella época en la que el río Vioño desembocaba donde actualmente hay un pequeño entrante situado junto a la depuradora. «Zeluán cambió mucho. Nací aquí hace casi 57 años y aquí vivían entonces unos veinte vecinos de dos o tres familias. El pueblo estaba muy unido», explica. Como curiosidad, en esta localidad gozoniega se plantaba trigo, algo inusual en otros puntos de la costa central asturiana.
¿Y a nivel paisajístico? «Los cambios también son llamativos. Había una gran duna donde ahora hay unas instalaciones deportivas y, según cuentan los mayores, se podía ir en lancha hasta Llaranes cuando coincidían las mareas. La carretera al faro se construyó en 1905», recuerda este hombre, que ahora intenta documentar cada una de las imágenes que guarda celosamente en discos duros. Y es que Zeluán era mucho Zeluán. Había un banco que los lugareños bautizaron con el nombre del «de la paciencia». «Era donde se sentaban los vecinos a charlar, donde se reunían cada día», explica Ricardo Iglesias. También había chalanos -uno de los primeros se llamó «Adolfo Elvira»-, que comunicaban la pequeña localidad con Avilés. Y una isla, la de San Balandrán, que se dragó en la primera mitad de los años cuarenta. Un sistema dunar completaba el paisaje.
«Había mucha pobreza, los caminos tenían un montón de baches..., pero aquellos tiempos se recuerdan con nostalgia», asegura Ricardo García. Corrobora, además, que con la instalación de la tubería de Ensidesa, que tenía como fin llevar las cenizas de la térmica a Maqua para rellenar en las marismas de Llodero y Zeluán, la pequeña localidad se tiñó de negro.
¿Y la charca de Zeluán? Este espacio se creó de forma artificial -y de casualidad, según algunas voces- en los años setenta. La bocana de la ría también sufrió muchos cambios por aquel entonces: era mucho más estrecha que actualmente, porque las dunas de El Espartal casi la cerraban. El sistema dunar llegaba hasta Las Arobias. Con el paso de los años Zeluán fue transformándose. Se perdió el banco «de la paciencia», y la playa de San Balandrán, antaño abarrotada de bañistas, perdió usuarios. Las industrias colmaron el aire y surgieron voces que solicitaron la protección de este espacio que en 2002 recibió el título de monumento natural.
Actualmente el colectivo ornitológico Mavea es un defensor de Zeluán, un lugar de paso de miles de aves migratorias cada año. Otros, como Ricardo García Iglesias, juzgan los cambios con fotografías. «Por algunas imágenes pagué fortunas, las adquirí fuera de Asturias», dice. Tal vez porque Zeluán aún es allende los mares un oasis rodeado de industria en el siglo XXI.

AsturianUS


jueves, 13 de junio de 2013

La panera en ruinas de Raíces será retirada para iniciar las visitas al castillo de Gauzón

La construcción de propiedad municipal supone un peligro para los vecinos y se salvarán los pegollos

Piedras Blancas,

Inés MONTES

La panera de Raíces Viejo que forma parte del área de rehabilitación integrada (ARI) de la localidad, se desmontará en los próximos días, antes de que se inicien las visitas guiadas al castillo de Gauzón. La Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Castrillón declaró de ruina de la panera el pasado mes de octubre. La situación de deterioro de la edificación es un riesgo para los peatones y los vecinos de las viviendas próximas. «Hay que asegurar la zona y limpiarla. Es urgente pero los trámites han llevado tiempo ya que hubo que esperar al informe del Patrimonio Cultural», señaló la alcaldesa, Ángela Vallina.

Un informe redactado por los técnicos municipales sostiene que la casi totalidad de los elementos de la panera están en avanzado estado de pudrición y el riesgo de derrumbe es muy alto. Una vez que se inicie el desmontaje de la panera, los operarios depositarán en el almacén municipal de Obras las piezas que pudiera ser reaprovechadas en otras construcciones o en la rehabilitación de la panera. Las piezas que sí se conservarán serán los elementos de apoyo: pilpayos, muelas y pegoyos.

El presupuestos de los trabajos, que costeará el Ayuntamiento, asciende a algo más de 1.000 euros y los técnicos confían en concluirlos en un plazo máximo de tres días. La panera conocida como «Ca Flora», es uno de las construcción que expropió el Ayuntamiento hace una década cuando se iniciaron las obras de ARI en las que se incluyó la rehabilitación del monasterio de la Merced. El proyecto incluyó también la construcción del centro de interpretación que nunca se abrió al público y se utiliza provisionalmente como laboratorio por el equipo de arqueólogos que realizan las excavaciones en el castillo de Gauzón.

El gobierno local castrillonense tiene previsto reanudar este verano las visitas guiadas al castillo de Gauzón, tres años después de las últimas citas turísticas al yacimiento arqueológico del Peñón de Raíces. La séptima campaña de excavaciones comenzó el pasado día 1 de junio con un equipo que dirigen los arqueólogos Iván Muñiz y Alejandro García. Estos días se realizó la limpieza y desbroce del Peñón de Raíces y se retiraron los plásticos que durante el invierno protegieron los elementos de la fortaleza medieval. En los próximos días, los arqueólogos reanudarán los trabajos de campo.

La alcaldesa señaló que las previsiones para esta nueva campaña son las de organizar visitas guiadas, como ya se hizo durante los veranos de 2009 y 2010 y en los que 1.000 personas participaron en el recorrido guiado por el castillo de Gauzón. «Los trabajos de los arqueólogos se podrán combinar con las visitas guiadas», dijo Vallina.

Estado de la panera de Raíces Viejo y a la izquierda el centro de interpretación.

Traslado de los restos de Pedro Menéndez, 1924


Los mágicos fenómenos que acontecen en la Ría de Avilés

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 29-07-2012

Entre lo escrito por los cronistas, lo que cuentan las leyendas y la deducción de la ciencias, la –mayúscula– Ría de Avilés, parece que era como un embudo, dicho sea con perdón.
Las embarcaciones disponían de una entrada que iba desde donde la península de Nieva, hasta el gran castillo (castrillón) del peñón de Raíces, donde se labró la Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias.
Luego, el estuario comenzaba, a estrecharse y caracoleaba, durante unas millas inacabables, entre arenales sinuosos, hasta llegar al puerto situado (desde hace unos mil años) a pie de la iglesia consagrada –y quédense con el dato– a San Nicolás de Bari (santo al que los anglosajones han popularizado como Santa Claus, portador de generosos regalos).
Durante la Edad Media, por el siglo XIV, el de Avilés fue el puerto más importante (olvídense de Bilbao, Gijón o La Coruña) de la costa norte, atlántica, de la península ibérica.
Con tráfico internacional, comerciaba principalmente con el de La Rochelle, el más destacado de la costa occidental atlántica francesa, donde también los barcos atracaban a pie de una iglesia consagrada a San Nicolás de Bari (universalmente celebrado como Santa Claus).
Durante siglos –y a efectos navegables– la Ría comenzaba en San Juan y terminaba en San Nicolás. Hoy lo hace en San Agustín (dársena) y entre ambos puntos náuticos, de referencia, está San Balandrán y la Virgen de las Mareas. E incluso ‘brotó’, en los muelles, el templo de la Virgen del Carmen, en1944, acosta del apoquinado de los buques que atracaban en el puerto.
Y hasta aquí la teoría de la ‘Santificada Ría de Avilés’.
Que luego está la de “La Foca Precursora”. Basada en aquellos tiempos en que Avilés, doblando la mitad de la centuria pasada –una pasada de centuria– contempló perpleja como atracaba una foca en el muelle local, que estaba sumido en el tráfago infernal de la instalación, en su entorno, de enormes empresas como Inespal (hoy Alcoa), Cristalería (Saint-Gobain), Asturiana de Zinc (Azsa), y sobre todo aquel desmadre siderúrgico, de trece Km. de largo, llamado Ensidesa (hoy Arcelor-Mittal).
22.magnetismo. AEREO 150x150 Los mágicos fenómenos que acontecen en la Ría de Avilés
Ría de Avilés
‘La foca hizo posible aquello’, afirman los defensores de esta teoría, y alegan que no es casual que se hubiera hecho pedazos la lógica mercantil y que hubiesen florecido –al mismo tiempo– tal cantidad de selvas fabriles, hoy un mimado (lagarto, lagarto) jardín de multinacionales.
Dicen, los exotéricos, que no conviene tomar esto a broma, que estas cosas las carga el diablo. De hecho la foca tiene un monumento en el parque más clásico de Avilés, contiguo al de un histórico marino, bien armado –de espada– conocido como Pedro Menéndez de Avilés, fundador –en 1565– de la ciudad más antigua de los Estados Unidos de América.
La estatua –que ya me dirán que ciudad tiene tal reconocimiento a una foca, sin bigotes, por cierto– causa admiración entre los miles de turistas que visitan Avilés, que la fotografían compulsivamente, e incluso algunos se cabrean por lo inexplicable.
Y no es de extrañar, porque se conjugan tal cantidad de fenómenos, anormales, en este asunto de la foca, que conviene enfocarlo como se merece, en episodio aparte.
Mientras tanto, no olviden una realidad intangible: en la Ría de Avilés hay de todo. Desde monumentos naturales, como Llodero, hasta restos de playas de arena, como la del legendario San Balandrán, o de dura piedra como El Arañón.
Y un tinglado enorme de muelles a babor y a estribor. Industriales, pesqueros, deportivos y ahora uno reciente –en popa– de pasajeros, decorado a la moda japonesa.
Factorías de todo tipo. Desde culturales –marca Niemeyer– hasta metalúrgicas de zinc, aluminio o acero. Dos dársenas, una a la entrada (San Juan) y otra al fondo (San Agustín). Y no olviden que en Avilés está anclado el quinto puerto pesquero de España.
Mientras tanto, y desde hace miles de años, el estuario sigue con su inalterable movimiento, periódico y alternativo, de ascenso y descenso de las aguas del mar debido a las atracciones combinadas del sol y de la luna. Mareas como Dios manda.
Aparte de eso, la de Avilés es un Ría de ley y desorden maravilloso. Sublime.

Desde San Juan al Niemeyer, vengo por toda la Ría…

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 13-08-2012                       

Aquella enorme explosión industrial de ENSIDESA y Compañía (o sea ENDASA, Cristalería, Enfersa y otros) trajo mucho tajo. Y tapó cosas.
Cosas muy valiosas, como el Casco Histórico y la Ría (mayúscula, donde las haya) que en los últimos años comenzaron a destaparse –y a ser convenientemente lavadas, marcadas, cardadas y peinadas– aun sufriendo aquella crisis siderúrgica mundial que tajó gran parte del tajo. Una crisis distinta a la que ‘Financieros Unidos Jamás Serán Vencidos S.A.’ nos está, alevosamente endilgando, ahora, a los sufridores.
A una ciudad la define mucho su paseo. El donde poder andar, charlar, lucir el palmito y contemplar paisaje y paisanaje. Avilés siempre ha tenido paseos cuidados en las formas y coincidentes en el fondo: ligados a su Ría. Ni ‘folgando’ la perdió de vista.
Desde aquel del Bombé, en 1832, en un Avilés de 6.500 habitantes, situado al lado del muelle, cuando éste todavía estaba en su emplazamiento de toda la vida: al costado de la (hoy) iglesia de Los Padres y la fachada sur del palacio de Camposagrado.
Y cuando, a finales del siglo XIX, canalizada la Ría, se cambió el muelle a su ubicación actual, en el terreno resultante se construyó, claro, el parque del Muelle. Y se estableció allí el paseo ciudadano, tanto en su avenida central como en el lateral que daba a La Ribera (hoy calle Emile Robin), antaño parada de tranvía y autobuses.
Aquel saturado paseo avilesino quedó difuminado, en cuanto a zona de activa reunión ciudadana, cuando se abrió al público, en 1976, el Ferrera, colosal parque.
Hubo que esperar hasta 2005 para que Avilés estrenara un paseo clásico, por supuesto que marítimo, en el lateral de la carretera de San Juan.

22.desde San Juan al Niemeyer.Imagen 2345 BIS1 150x150 Desde San Juan al Niemeyer, vengo por toda la Ría...

Paseo de la Ría
Desde Larrañaga hasta el puerto pesquero, son 986 metros de largo, por 15 de ancho, con iluminación, césped, algunos árboles, y una escultura gigantesca, con tres enormes conos, en su parte media.
Aquello fue el inicio de la recuperación de la fachada marítima. Aquello fue la reconquista de la Ría.
La industria, a lo bestia, había convertido el estuario en una horrible cloaca. Allí no había nada que hacer y la ciudad le dio la espalda. Además dos vías terrestres y otras tantas ferroviarias ya habían puesto –y siguen poniendo, aunque menos– el listón de la barrera de la separación muy alta.
Ahora lo puedes salvar (con la discutida, pero práctica, ‘Grapa’) sabiendo que no vas a un desaguadero gigantesco. Hoy vas a pasear a una Ría cada vez más limpia, a la vera del puerto deportivo y del Niemeyer.
De ahí la importancia de su recuperación tanto sanitariamente, como para solaz del personal. No hablo del Niemeyer  –aunque también– sino del estuario.

22.desde San Juan al Niemeyer.Imagen 2549 BIS 150x150 Desde San Juan al Niemeyer, vengo por toda la Ría...

Paseo de San Juan de Nieva hacia el faro de Avilés
Se habían gastado en diez años, hasta entonces, 156,83 millones de euros (26.094 millones de aquellas pesetas) en actuaciones que iban desde la construcción de una moderna red de saneamiento (la mayor obra pública de la historia de Avilés y episodio aparte) hasta la adecuación –en 2003– del paseo marítimo, de la margen derecha, entre San Juan de Nieva y las cercanías del faro. Son 843 metros tan desconocidos, como recomendables, que atraviesan por ejemplo la mítica Peña del Caballo. Y está ahí, en la bocana de la Ría, donde casi tocas los barcos con las manos.
Los presidentes portuarios tuvieron, generalmente, gran importancia en este idilio ciudad-puerto, especialmente Manuel Ponga.
Más tarde, para continuar el casorio, vendrían el gran Niemeyer, fundamentalmente, y la senda de Avilés a Trasona.
Apetece entonar aquello de: «Desde San Juan al Niemeyer, vengo por ambas orillas, andando con parsimonia o corriendo en zapatillas…»
Obras son amores y no buenas razones.

Los tranvías de Avilés, de la nube al trole

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 30-09-2012                       

La histórica llegada del tren a Avilés, el 6 de julio 1890, aparte de comunicar a la ciudad con el resto de España, fue el punto de partida para que la comarca se llenara también de caminos de hierro. Y por ellos comenzó a circular el tranvía como medio de transporte masivo urbano.
            Ya en 1893, la Real Compañía Asturiana de Minas estableció un ramal ferroviario entre sus factorías de Arnao y San Juan de Nieva.
            Y fue ese mismo año cuando comenzó la fascinante historia del tranvía en Avilés.
            Es verdad que en Gijón ya había tranvías, en 1890, pero de los llamados de sangre (tracción animal), y también que en Oviedo, en 1891, circulaba otro –también de mulas– que unía la estación del Norte con el centro de la capital. Pero fue en Avilés, y en 1893, donde se instaló el primer tranvía de vapor de Asturias. Que conste en acta.
            Lo puso en marcha la Compañía Tranvía del Litoral Asturiano, formada por Tomás Menéndez Valdés, Manuel G. Barbón, Benito González y Ramón G. de Castro.

22.TRANVIA.Chocolatera.inaguracion.0089 TRANVIA 300x182 Los tranvías de Avilés, de la nube al trole

Tranvía 'La Chocolatera'. Avilés.
            Era conocido popularmente como ‘La Chocolatera’ por la considerable cantidad de humo ‘achocolatado’ que arrojaba su diminuta máquina de vapor (marca ‘Stuart’ 9 Tm) y circuló hasta 1933, entre Avilés –actual calle del Muelle– siguiendo un trayecto lineal –eran5 Km. de vía, de un metro de ancho– que discurría por la de Los Telares, avenida de Lugo, La Maruca, desviándose en Raíces hacia el interior de Salinas, terminando en la calle Galán.
            Al principio prestaba servicios solamente domingo, festivos y días de mercado, circulando en verano diariamente, cosa que extendió –en 1903– a todos los días del año, llegando a establecer acuerdos con la Real Compañía para el transporte de sus trabajadores.
            El uso público iba en aumento. Y como quiera que las ciencias adelantaban que era una barbaridad, pues llegó la electricidad. Y de la nube se pasó al trole, pero no en un pispás, ya que convivieron ambos unos doce años.
            El trole, debido a la Compañía del Tranvía Eléctrico presidida Juan Sitges Aranda, fue inaugurado, con pompa y circunstancia, en El Parche avilesino, el domingo 20 de febrero de 1921, fecha en la que ya entró en funcionamiento el tramo Salinas-San Juan de Nieva-Avilés-La Texera.
            Como era mucho bocado para una sola vez, el resto fueron entrando en servicio tal que el 15 de enero de 1922 lo hizo el de Salinas-Arnao y el 12 de febrero el que comunicaba La Texera a Villalegre. Y, finalmente el 19 de agosto de 1923, el de Arnao-Piedras Blancas. Desde aquí hasta el, entonces, barrio residencial de Villalegre el trazado de vía era de, cerca, de15 km.

22.TRANVIA electrico Rivero.0051 TRANVIA 300x208 Los tranvías de Avilés, de la nube al trole

Tranvía eléctrico en la calle Rivero
            Duró, el tranvía, hasta el 31 diciembre de 1960, que fue cuando llegó el invento del autobús.
            Socialmente, el tranvía, fue un triunfo. Desde la fluidez en las comunicaciones entre barrios, lugares y localidades comarcales, hasta las ventajas para los trabajadores de las factorías en San Juan y Arnao, para quienes había tarifa especial. Como también la hubo para los aficionados que acudían al estadio de Las Arobias a ver al Real Stadium de Avilés, antecedente histórico del Real Avilés.
             Y que decir del notable aumento ciudadano, durante el verano, en los arenales de San Juan y Salinas. Fue el tranvía, quien nos descubrió la gozada de la playa.
             También, en agosto de 1922, un nuevo tranvía, conocido como ‘El Carreño’, unió Avilés con Candás y Gijón. Un servicio que más tarde suplió el FEVE, un tren que, según se dice ahora, parece que va a volar. Milagros que hace la crisis.
            Pero aquel transporte eléctrico, que cruzaba la villa atravesando como un cuchillo buena parte del casco histórico, forma parte del patrimonio sentimental avilesino y merece episodio aparte.
            Y es que, por una o por otra razón, lo del tranvía eléctrico de Avilés tiene mucha chispa.

La importancia del carbayo (roble) en Avilés… y más madera que es la guerra

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 11-11-2012        

           
Cuesta imaginárselo. Pero hubo un tiempo en que Avilés era solamente una Ría, mayúscula eso si. Luego surgió una villa amurallada de unos 45.000 metros cuadrados (algo así como la mitad del parque Ferrera), y un barrio marinero, extramuros, de nombre Sabugo (donde curaban todo con ‘fervidiellos’ o infusiones de la flor de saúco, que abundaba por allí).
El resto: bosques y más bosques. No había ni Parche, ni Cámara, ni Galiana, ni su tía. Árboles, sólo árboles.
Por allí, por cuando solo había Ría, andaba la primitiva sociedad avilesina con sus ritos, donde tenían un protagonismo importante dos árboles: robles y tejos –que en Asturias también conocemos como carbayos y texos– que destacaban por sus grandes dimensiones.
Avilés no era ajeno a la costumbre de otros pueblos que también consideraban al carbayo un árbol sagrado: los griegos los consagraban al dios Júpiter y las siete colinas de Roma (una de ellas llamada El Quirinal, por cierto) fueron recubiertas de carbayos. Los druidas celtas utilizaban hojas y muérdago del mítico árbol para preparar las pociones utilizadas en sus ceremonias.
Pero dejo de andar por las ramas de los carbayos y cojo la cuestión de que, en Avilés, heredamos el mayor número de topónimos derivados del carbayo del mundo entero.
Empezando por la recoleta plaza del Carbayo, centro del medieval barrio marinero de Sabugo, y llamada así porque tenía plantado un carbayo frente a su iglesia del siglo XIII. Era un homenaje a la madera carbayona, materia prima en la construcción de barcos en las ‘carpinterías de ribera’ –que así se llamaban, entonces, los astilleros– del Campo de Bogaz, situado donde ahora está la estación central de Avilés, y donde se fabricaron multitud de embarcaciones de madera, desde simples barcas hasta galeones durante los siglos XVI al XVIII.
Otra es la espectacular plaza del Carbayedo, situada en la parte alta de la ciudad y famosa históricamente, por su bosque de carbayos, por cobijar durante años la mayor feria de ganado de Asturias. Hoy es un deseado vergel donde se liban vinos, sidras y demás familia.
También están Los Carbayedos, barrio situado en la margen derecha de la ría, donde termina resbalando por una colina para quedar atracado, casi a pie de muelle. Pertenece a la parroquia San Pedro Navarro, donde hay un centro de enseñanza, en cuyo patio se levanta un monumento en memoria de Fernández Carbayeda, histórico maestro de Valliniello.

22.CARBAYO.El Arbolon.Fran .1352 VARIOS 300x192 La importancia del carbayo (roble) en Avilés... y más madera que es la guerra

'El Arbolón'. Un árbol de leyenda.
Y también están: La Carbayeda, pequeño núcleo rural encajado entre Llaranes y Corvera. O Los Carbayos, que es un caserío de San Román de Naveces, muy cerca del aeropuerto.
Y no sigo. Porque entre los topónimos y los nombres de negocios o de apellidos,  o motes, relacionados con él, esto se puede convertir en una guía telefónica. La sombra que ha dejado el carbayo, árbol totémico de Avilés, es tan gruesa y alargada como él.
Otra es que la principal exportación que se hizo, durante siglos, por el puerto avilesino fue la maderera y dentro de esa categoría, mayoría de carbayos.
Pero, coime, si en Avilés la madera ha llegado hasta el mismísimo fútbol. No se si estaba de madre o no, pero hasta no hace mucho estuvo compitiendo un equipo de fútbol que llevaba por nombre ‘Histórico Carbayedo’, en el barrio del mismo nombre, claro.
En el de Bustiello hay cuatro calles con la siguiente rotulación: Pino, Laurel, Castaño y Álamo.
El colmo es que hasta tenemos un barrio, sitio o lugar ciudadano, totalmente identificable, llamado el Arbolón. Es un clásico en Avilés, allí al final de Rivero, aunque hoy es Arbolón sin árbol, porque el olmo que le daba nombre se murió –de viejo y ayudado por una tormenta– y en su lugar plantaron un par de edificios en un pís-pás, no fuera a ser que prendiera un arbolín que generara otro arbolón.
Esta abundancia de topónimos vegetales es un termómetro de la importancia que los árboles siempre han tenido aquí y, de paso, otra singularidad Made in Avilés. La marca, el recuerdo que han dejado en el callejero, es algo que difícilmente se encuentra en otra población del mundo entero.
Hoy ya no exportamos madera, no por nada, sino porque casi no nos queda, razón por la que destruir  un árbol, en plena ciudad, es una violación social en toda regla.
¿Más madera que es la guerra? Pues claro que sí ¡Jolines!  

Los tres puentes de San Sebastián de la Ría de Avilés

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 18-11-2012

En Avilés, como en Pernambuco, está perdido en la noche de los tiempos esto de procurar no mojarse, cuando en el camino te encuentras con un buen cauce de agua.   
Imagino que serían tantas las artimañas, como variados los artilugios, utilizados para cruzar la Ría (que entonces ya era mayúscula) y terminar seco en el intento.
Pero sabemos, a ciencia cierta, que tanto aquí como en Lima, el camino más corto siempre ha sido la línea recta, que en cuanto puede se apoya, con el nervio debido, en las curvas. Que la ingeniería siempre tuvo su cosa erótica, pese a lo que diga John Dos Passos.
Y así, recta sobre curvas, fue concebido –sabe Dios donde y cuando– el puente. Un invento sencillamente maravilloso.

22.PUENTE San Sebastian DE PIEDRA 300x155 Los tres puentes de San Sebastián de la Ría de Avilés

Primer puente de San Sebastián. Avilés
Aquí, en Avilés, siempre hubo pasarelas, más o menos estables, pero no fue hasta los tiempos de Felipe II (aquel rey que envió a Pedro Menéndez de Avilés a fundar San Agustín de La Florida, la –hoy– ciudad más antigua de los USA ) cuando se levantó el gran puente de piedra de San Sebastián, cerca del barrio, venta y ermita, que de ese nombre, había en la margen derecha de la Ría.
Los viaductos de San Sebastián fueron tres: uno de piedra y posteriormente dos metálicos.
Los escritos citan, ya en 1348, el antecedente al primero de estos puentes: un rudimentario paso conocido como de Corujedo (o Coruxedo). Según el historiador Jorge Argüello se trataría de una estructura de madera sobre pilares de piedra,  de ahí el nombre ‘de los Pilares’ que recibió cuando fue construido el primer puente de piedra –a partir de 1573– y que, formando parte del Camino Real de Grado a Gozón, funcionó durante siglos salvando la Ría. Daba nombre a la puerta de la muralla conocida como la de Los Pilares o Del Puente, ubicada en la, hoy, calle de Los Alfolíes (contigua a la iglesia de los Padres).
La denominación de puente de Los Pilares, fue vencida con el tiempo, por la de San Sebastián, dada la popularidad de la ermita de este santo ubicada en la margen derecha de la Ría. Baste decir que era la que mayor número de cofrades aportaba a la Semana Santa avilesina.

22.puente San Sebastian.HISTORICO CONTRAPLANO. 300x199 Los tres puentes de San Sebastián de la Ría de Avilés

Segundo puente de San Sebastián.
Siglos más tarde, en 1893, se abandonó este histórico puente (luego demolido) construyéndose un segundo de hierro –diseñado por el ingeniero Francisco Writz– de cuarenta y tres metros de largo por nueve de ancho, ubicado a unos30 metrosdel anterior, Ría arriba. La sustitución se hizo por lo estrecho que se había quedado, el viejo puente, para el paso de los nuevos medios de transporte, cada vez más sofisticados.
El personal se tomó muy a mal la modernidad del nuevo puente  y abundaron comentarios despectivos del calibre de «parece una torre de Eiffel echando la siesta», cuando no coplas, como la firmada por Juan Francés, en ‘El Diario de Avilés’:
«Puente Metálico… 
Mucho hierro por arriba, 
mucho hierro por abajo, 
y si todo en el hierro estriba…
 ¡Que lastima de trabajo!»
Pero este primer puente metálico, fue crucial –aparte de para la tradicional comunicación con Gozón– en los inicios de la obra civil de ENSIDESA. Pero a partir de 1953, una vez construido el puente Azud (no Azul) y luego el de Llaranes, solo mantuvo el servicio peatonal para terminar cerrándose en 1992, por decrepitud con alevosía.

22.puente ACTUAL.CIMG2281 300x225 Los tres puentes de San Sebastián de la Ría de Avilés

Tercer puente, antes de su inaguración, en 2006
Después de años de abandono, en 2006, la ruina fue sustituida por una réplica, operación que financió el Principado, quien tuvo –como ya tengo escrito– el acierto de encargarle el proyecto cromático al artista Ramón Rodríguez.
Hoy, este tercer puente de San Sebastián, es uno de los iconos de Avilés actual, aparte de ser el principal acceso peatonal al Centro Niemeyer, actualmente en pausa por decirlo de alguna forma.
Así que una cosa son los puentes de Madison, de Clint Eastwood, y otra los puentes de San Sebastián, de Avilés, el último de los cuales también lo cruzó –el 25 de marzo de 2011 día de la inauguración del Niemeyer, y como lo vienen haciendo desde entonces miles y miles de personas– el peatón Woody Allen, un clarinetista de Manhattan que hace cine.
Es historia. No son películas. Doy fe.

Aquel convento de La Merced

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 02-12-2012

Ha dejado, por escrito, el segundo marqués de Teverga que «Debíóse el convento de la Merced á la esplendidez de su patrono el Sr. Marqués de Camposagrado para complacer á su piadosa madre Doña Eulalia, último vástago directo de la noble familia de las Alas».
De tal cosa también había dado cuenta Jovellanos, cien años antes, con mágico estilo: «Los Mercedarios (de Raíces) venían a la Villa de Avilés con ocasión de entierros, etc… Una noche se quedaron en una barraca que tenían, donde ahora el convento, y a la mañana siguiente amaneció en ella campana y capilla».
Un texto digno de Gabriel García Márquez, solo que dos siglos y pico antes que lo hiciera el Nóbel colombiano.

222.CONVENTO LA MERCED Y CALLE LA CAMARA 300x202 Aquel convento de La Merced

Calle 'La Cámara'. Al fondo el convento de La Merced.
Pero costó Dios y ayuda, de trámites engorrosos, conseguir permiso de construcción del nuevo convento –cosa lograda en 1668– y con razón, porque tal parece que a los prohombres de Avilés, de aquel tiempo, les hubiera hecho la boca un fraile.
La Villa tenía alrededor de 3.500 habitantes (la mayoría en el recinto amurallado, aparte de los de Sabugo, el arrabal de Rivero y Miranda), un reducido número de población para tanta práctica de religión,  ya que contaba con dos y considerables conventos (monjes Franciscanos y monjas Bernardas) aparte de las iglesias y del eremitorio de Raíces, donde estuvieron los Mercedarios, a pie de Peñón, hasta su traslado a su nueva residencia de Sabugo.
Las obras fueron peliagudas, ya que el terreno sobre el que se edificó estaba sujeto a las mareas y hablamos de un edificio de 70 metros de largo por 37 de ancho, con patios y claustros interio­res e iglesia adosada, de 37 por 13, más una capilla conocida como de La Soledad.
En el convento, que llegó a contar con 26 religiosos (datos del año 1758), profesaron dos avilesinos que pasaron a la historia como destacados obispos: González Abarca y Valentín Morán.
Cuando en 1876 cierra sus puertas, obligado por la ley desamortizadora de Mendizábal que penaba los ‘bienes eclesiásticos improductivos’,  el edificio pasa a ser regido por el Ayuntamiento, etapa civil que duró 19 años.
Entonces el gigantesco caserón fue reconvertido en lo que hoy llamamos Hotel de Empresas, pero a lo bestia. Porque allí habitó de todo cuando los del hábito mercedario fueron expulsados.
Convirtióse, el antiguo convento, en un abrumador mil usos, en un gigantesco cajón de sastre que alojó: casa-cuartel de la Guardia Civil, oficina de telégrafos, Asilo de Ancianos, mercado de ropa vieja, cuadras de caballería, fábrica de tejidos, picadero (de equitación, se entiende), escuela de náutica, cuadras de bueyes municipales (entiéndase ganado propiedad del Ayuntamiento), oficina de rentas y muchos etcéteras más. Aparte de escuelas infantiles y un par de academias: la Preparatoria de Bachiller, dirigida José Benigno González ( ‘Marcos del Torniello’) y la popular y afamada ‘Cátedra” fundada por los hermanos Domingo y Cástor Álvarez Acebal.

222.CONVENTO LA MERCED.Infografia Carmen 300x276 Aquel convento de La Merced

La zona sombreada indica la situación del convento (Infografía: Foto-estudio Angelín)
También fue ‘cercado’ por dos cementerios, uno de ellos clausurado por insalubre, pero el otro aguantó como necrópolis municipal hasta construirse el de La Carriona.
En 1895 derruyeron aquel viejo cascarón –había aguantado en pie 187 años– porque Avilés se modernizaba y en parte del terreno que ocupaba se construyó una iglesia nueva para Sabugo, en la que se utilizó mucha piedra del arruinado edificio conventual.
Del interior, poca cosa, que se fue desperdigando por distintos edificios religiosos, incluido un cementerio (San Cristóbal), como no.
Por lo que, hoy, de aquel convento de La Merced y su variopinto contenido, solo nos queda una vaga estela, digna de ser o filmada por un Visconti o firmada por García Márquez. Le harían una merced.

José Menéndez, ‘El rey de La Patagonia’

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 27-01-2013

José Menéndez Menéndez fue un avilesino nacido en 1846, al que con  quince años de edad embarcaron, como tantos miles, para ‘hacer las Américas’. Y cumplió, con creces, ya que protagonizó la colonización del gigantesco territorio conocido como Patagonia, fronterizo con el polo sur.
Un enorme ‘solar’ de 770.000 Km2 –donde cabría una España y la mitad de otra– situado en el cono sur americano. Es un lugar tan desolado como desangelado, situado al sur de Chile y Argentina, allí donde tierra y hielo se funden y confunden en medio de un rabioso viento polar. Aquello es el fin del mundo, se mire como se quiera.
El persistente clima antártico lo hace generalmente inhabitable, excepto para los soñadores que están al loro de la aventura y los indios mapuches que llevan allí siglos.
Lo atractivo de la Patagonia, para gente ajena de espíritu aventurero, es que son tierras donde la ley no es una valla para la imaginación. Simplemente porque que no hay quien la aplique.La Patagonia es un misterio helado, un enigma de soplos congelados que solo aguantan los fuertes o los locos.
 Entre los primeros destacó José Menéndez, aquel rapacín embarcado (en todos los sentidos) en Avilés, en el bergantín ‘Francisca’, y que después de 45 días de navegación llegó a La Habana, comenzando a trajinar en oficios humildes hasta que dio el salto a Buenos Aires, donde ya ganó dinero en industrias ferreteras, aparte de casarse, a los 29 años, con María Behety, perteneciente a una destacada familia uruguaya de ascendencia francesa.
 Ella fue cómplice del espíritu aventurero del avilesino y ambos se largaron a tomar el viento fresco de La Patagonia, concretamente a Punta Arenas, la capital de la región de Magallanes.

22.menendez jose.PATAGONIA KING6 270x300 José Menéndez, El rey de La Patagonia

JOSÉ MENÉNDEZ (Avilés 1846- B.Aires 1914)
Y allí fue donde se creció este hombre de estatura mediana, robusto, de gran carácter, que tenía el don de medir al instante a las personas. Todo esto, unido a su buen sentido y olfato comercial e industrial, hizo de él uno de los mayores hacendados del mundo. Uno de sus métodos fue comprar pequeños terrenos a los muchos militares argentinos a los que su gobierno premiaba con parcelas (para ahorrarse dinero) carentes de valor en aquel clima polar. Para Menéndez si lo tenían. Porque encadenando miles de ellas creo una hacienda gigantesca.
 Hizo de todo y casi todo le salió bien: banquero, armador de buques y dueño de un rebaño de un millón de ovejas, que –en su época, al menos– fue considerado el mayor del mundo. De Guinness.
En su madurez gustaba de la buena lectura. Aunque había ido a la escuela primaria en Avilés, la cultura estuvo ausente, forzosamente, en su juventud, pero luego él se encargo de procurársela. Así como su gusto por el teatro. Por lo que no es extraño que llegara a construir, con dinero de su bolsillo, el primer salón festivo de Punta Arenas, que inauguró con la ópera “Lucía de Lamermoor”.
Sólo José Menéndez podía conseguir que operasen Lamermoor cerca del polo sur.
Falleció a los 68 años, dejando un legado humano impresionante, repartido entre Chile, Argentina y España. Según calculó uno de sus tataranietos Carlos Rodríguez Braun –catedrático de la Complutense madrileña y destacado articulista en medios periodísticos madrileños– en una de sus visitas a Avilés: «Otro familiar mío ha intentado reunirnos a todos [se refiere a los descendientes de José Menéndez] pero debemos de ser unos mil, así que resulta prácticamente imposible»
Hay que hacer constar que hubo ‘otro rey’ patagónico: un linajudo francés un tanto quijotado y más trasnochado de la cuenta, llamado Orllie Antoine de Tounens, que se presentó en 1860 en aquella inhóspita tierra y se autoproclamó Rey de la Patagonia. Fue algo efímero, aquello.
A José Menéndez lo proclamó, como tal, la gente del lugar, a la vista del imperio económico que fundó y con el sobrenombre de Rey de la Patagonia, aparece hasta en el diccionario Espasa, aparte de las publicaciones sobre su peripecia colonizadora en América. Aunque este asunto, así como el de las leyendas que –de distinto signo– sobre él corren, es episodio aparte.
Este rey de la Patagonia, nacido en Avilés, fue generoso con su país de origen, donando en 1910, y en la persona del Rey de España, un millón de pesetas (de las de entonces) con la condición de que fueran dedicadas a incrementar la enseñanza pública. Estos 6.000 € de hoy, eran por entonces una verdadera fortuna.
Estaba obsesionado con la educación, quizás porque él no la pudo tener en condiciones. Por ello, también, a su ciudad de Avilés –cosa que conviene airear– donó 100.000 pesetas (y no es por ponerme pesado, pero no olviden a la hora de medir, que eran pesetas de 1910) para potenciar la enseñanza pública en la villa, y  otras 50.000 más, para la construcción de una escuela en su barrio de Miranda. Aparte de otras cantidades para el Hospital de Avilés, Asilo de Ancianos y algún etcétera más.
Todo esto lo protagonizó un rapacín, de aquella familia mirandina conocida como ‘Los Zancos’ que nunca olvidó sus orígenes. Su flota constaba de más de cincuenta barcos, todos bautizados de forma que la primera letra empezara por A. Por ejemplo: Avilés.
En el barrio avilesino de Miranda cuando, en 1957, inauguraron su salón cinematográfico no dudaron al bautizarlo: ‘Patagonia’.
Qué menos. Aunque fueron los únicos avilesinos, públicamente, agradecidos.

El faro de Avilés, nada menos

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 24-02-2013                       

San Juan de Nieva, situado en el norte atlántico de España, es un ‘finisterre’ para caminos de hierro, asfalto y tierra. A estos efectos, aquí frena uno en seco o se da la vuelta, a no ser que quiera seguir buscando el norte a nado. Entonces ya no digo nada. Pero no es habitual.
Si que lo es, la desmadrada  contaminación atmosférica que sufre este pueblo marinero, últimamente castigado por una misteriosa  intoxicación de mercurio.
San Juan de Nieva es el paradigma de lo fronterizo. Está divido en dos por la ría de Avilés. Y los trozos resultantes, trinchados en tres por los concejos de Castrillón, Gozón y Avilés. No conozco caso igual de desaguisado territorial.
Tal es la situación, que ni se libra la Santa Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, ya que por el mismísimo templo de San Juan –hoy desacralizado y cercado por cordilleras de mineral– pasa la raya divisoria entre Castrillón y Avilés.
Al otro lado del estuario –margen derecha– los problemas de lindes, entre Avilés y Gozón, fueron tan gordos, que el 27 de junio de 1976, acabó dictando sentencia sobre ellos, el mismísimo Tribunal Supremo de España, Sala Cuarta. El fallo, perdón, el faro, no escapa al diabólico troceado burocrático.

22.FFARO DE AVILES. Rebecca Hall y Javier Bardem en el Faro de Aviles. Al fondo la isla de La Deva y el enclave del Cañón de Aviles 300x173 El faro de Avilés, nada menos

Javier Bardem y Rebecca Hall en el Faro
Y luego está el personal, Que, generalmente, lo nombra como ‘de San Juan’, siendo su nombre ‘de Avilés’, aún estando situado en terrenos municipales de Gozón, parroquia de Laviana. Surrealista ensalada geográfica, con mayonesa de bote.
Tan oficial es el nombre de Faro de Avilés como que –aparte de figurar con esa denominación en Puertos del Estado– en abril de 2008, circularon por toda España miles de décimos de la Lotería Nacional, que venían ilustrados con la foto del faro de Avilés. Lo mismo hizo Correos, dedicándole un sello. Y sabido es que Lotería y Correos son la sal y la pimienta del Estado español.
Últimamente Woody Allen ha terminado por universalizarlo, en una secuencia de su película ‘Vicky Cristina Barcelona’ (Scarlett Johansson, Javier Bardem, Penélope Cruz y Rebecca Hall), allí rodada, que muestra también la costa occidental avilesina con la isla de La Deva de fondo.
El faro está en la proa de la mítica península de Nieva, donde, durante siglos, estuvo emplazada una torre defensiva que con el tiempo fue provista de cañones, a pesar de lo cual un 31 de agosto de 1762 fue tomada por la Armada inglesa, que luego fue corrida por soldados avilesinos. Incidente éste no muy aireado y que una amiga mía no entiende el hecho de que para una vez que nos invade la pérfida Albión y encima los vencemos, ni lo marcamos como hazaña en el calendario, ni lo incluimos en los libros de texto con titulares del calibre de ‘El imperio inglés humillado en Avilés’.

22.FFARO .braemar 300x115 El faro de Avilés, nada menos

Trasatlantico 'Braemar' ante el Faro de Avilés
Alojado en un torreón de 14 metros de altura, comenzó a lucir el 31 de agosto de 1863 con una lámpara de aceite de oliva y hoy alcanza 17 millascon luz blanca, bastente más allá que el Cañón submarino de Avilés, situado solo a 8 millas(cerca de 15 km.) y uno de los más importantes del mundo. Colosal sima de 4.750 metros, de profundidad, que sigue siendo explorado por buques oceanográficos. Episodio aparte éste, el de un mundo desconocido que se presume fabuloso y que tenemos ahí al lado.
El faro es un amigo que acoge o despide. Un símbolo de órdago. Este faro es un farol, tanto en el sentido de iluminar, como en el de jactarse de que navegamos –ayer, hoy, mañana y siempre– viento en popa, encalles y galernas aparte.
Y ahí está el faro, alumbrando en el tránsito histórico, donde Avilés, por lo general, deslumbra.

La famosa foca de Avilés

Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 26-05-2013

Este episodio –cercano a algún relato ‘mágico’ de Gabriel García Márquez– es una originalidad avilesina totalmente cierta y hay una foca, en piedra artificial, que así lo certifica.
En principio debe saberse que Avilés estuvo durante siglos amurallada, entre otras cosas para defenderse de piratas y muy especialmente de los vikingos, nórdicos europeos sumamente crueles.
Pero un día atracó en la Ría (mayúscula) de un Avilés, ya sin murallas, otro animal nórdico, aunque pacífico: una foca. Fue el 5 de diciembre de 1951 cuando la población avilesina sumaba 21.340 habitantes. Pronto subiría como la espuma.

22.foca de Aviles. 1. grupo de gente con la foca. revista el bollo 2001en pag.titulada Archivo Fotograficos.no figura autor 300x209 La famosa foca de Avilés

Y es que la arribada de la foca coincidió, en el tiempo, con el inicio de las obras de una gigantesca siderúrgica (ENSIDESA). Cosa que –según la teoría del recordado periodista avilesino, Venancio Ovies– era todo un símbolo (por eso la llamó La Foca Precursora) del gigantesco advenimiento industrial que transformó Avilés de cabo a rabo.
Venancio tuvo la clarividencia, de que lo de la foca era algo más que una anécdota. Tanto fue así, que obtuvo un prestigioso premio nacional de periodismo por sus numerosos relatos sobre este suceso, que atrajo a muchos asturianos que, por entonces, visitaron Avilés por ver a la foca que salía en los periódicos.
Y aunque el simpático y exótico animal se las piró al año siguiente, tan misteriosamente como vino (ni pensar quiero en que alguien se le hubiese vendimiado con patatas fritas), quedó para siempre en el imaginario popular. Fue mascota avilesina en actos festivos, como el multitudinario Descenso del Sella.
Por tanto, no fue extraño que se moldeara su efigie, labor donde parece que intervinieron, teórica y prácticamente: Tomás Abascal, Joaquín Muñiz y Pepe ‘El Roxu’. Pero su ‘entronización’, en 1956, fue caso aparte.
Así lo cuenta Venancio Ovies: «una noche, el grupo conjurado de personas en torno al autor de la obra [se refiere en concreto a José Suárez Vega, conocido como ‘Pepe el de Vicente el Parque’ o como ‘Pepe El Roxu’] y donde se incluían Manolo, popularmente ‘Tiriliti’, ‘Pine’, ‘Pruden’, Víctor ‘el del Yate’, ‘Polchi’ [apodo del popular médico, que también fue concejal, Leopoldo Figueiras López-Ocaña], etcétera, llevó la figura en pagana procesión al Parque [del Muelle], entonces denominado General Sanjurjo, para asentar la foca en un parterre. Todo Avilés agradeció la iniciativa, que no precisó de formulismos oficiales, ni de ‘votaciones democraticas’»
Y así, medio en serio, medio en broma, la foca es actualmente, el más insólito –y divertidamente surreal– de los símbolos avilesinos. Porque ¿que población, en España y parte del extranjero, le ha dedicado un monumento a una foca?
La cosa, naturalmente, les choca a los turistas, que desconcertados preguntan a las/los guías turísticos que les enseñan la ciudad:

22.foca de Aviles.1. Estatua PARA BLOG.FOCA .CIMG37271 300x225 La famosa foca de Avilés

- Oiga ¿Pero que hace una foca aquí?
- Parece que es una señal industrial de la ciudad, oiga
- ¡Madre mía! ¿Pero que me dice?
Y automáticamente enfocan sus cámaras e inmortalizan a la foca de Avilés.
Quien le iba a decir a Pedro Menéndez de Avilés, Capitán General de la Mar Océana del Rey Felipe II, y fundador de la ciudad más antigua de los Estados Unidos de América, cuyo conjunto escultórico preside el parque, que iba a tener como vecina a una pacífica foca boreal, sin bigotes y en piedra artificial. ¿Un cachondeo histórico? No. La vida, oiga. Hágame el favor.
Y la cosa sigue, porque hace poco se produjo un movimiento artístico de trascendencia internacional: el ‘Avilés Seal Parade’. Y, últimamente, exportamos focas ‘Made In Avilés’. Un episodio aparte.
Para que luego algunos estirados tomen, a la historia, poco menos que como ciencia infusa. Estos desenfocados ignoran que, de vez en cuando, es saludable enfocar la vida –y por tanto la historia– satíricamente y hacer que lo derecho se ponga del revés.
Tal, y como, ocurre con la foca de Avilés.

Esa ‘Peña del Caballo’ no es una peña cualquiera

Archivado en (Los episodios avilesinos) por albertodelrio el 09-06-2013
                                           
Por el estuario avilesino, tanto las fábulas como las certezas andan tan sueltas que, donde menos lo esperas, salta un caballo. Pero no un caballito de mar, sino de ría. Una especie única en el mundo, conocida en cartas marinas, libros y documentos disparejos, como ‘Peña El Caballo’ de Avilés.
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La Peña del Caballo, en la margen derecha de la ría, antigua zona de baños. (Foto Archivo FRAN)
Plantada en San Juan de Nieva y llamada así por su caprichoso perfil equino, tiene como prolongación submarina la temible ‘Rechalda del Mar’, peñasco encabronado que fue un tremendo obstáculo para la navegación, al limitar el calado, en la bajamar, a 3 metros(datos de la ‘Revista de Navegación y Comercio’. 1894). Tanto se tardó en darle matarile que algunos creían, a pies juntillas, que la Rechalda era una piedra que crecía.
La cosa dio mucho que hablar y hasta un semanario satírico y un grupo folklórico llevaron su nombre. Y cuando alguien demostraba firmeza se solía decir: «Ye más duro que La Rechalda».
Aunque a base de dinamita y de afeitados de dragas –el último se lo dio ‘D’Artagnan’ en 2008– terminó trasquilada y ‘cedió’ un calado de cerca de 13 metros.
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Uno de los cruceros que últimamente hacen escala en la dársena de San Agustín, a un costado del Centro Niemeyer, visto desde uno de los ‘ojos’ de la Peña del Caballo cuando salía del puerto de Avilés, navegando rumbo a Southampton (Inglaterra).
Pero más popular fue la ‘Peña El Caballo’, referenciada en planos de la obra portuaria de 1903 que recogen el proyecto inicial, anterior, de Pérez dela Sala. A su costado hay dibujado un embarcadero y los rótulos: ‘Balneario’ y ‘Playa de baños’. El sitio también era conocido como ‘Baños de Abadil’ y parece que funcionaron, como tales, desde 1875
Y es que, en el tercio final del siglo XIX, cuando empezaron a ponerse de moda los baños públicos en Avilés –publicitados como ‘mitad higiene y mitad salud’– fue la margen derecha dela Ría, la zona escogida por el personal más ‘moderno y rompedor’, que no comulgaban con aquellos versos de Vital Aza:
«Me manda el doctor tomar
baños de mar sin cesar,
pero me falta el valor,
¿Zambullirme yo en el mar?
¡Que se zambulla el doctor!»
Al lado de la Peña funcionó el ‘balneario’ primitivo de Avilés y hasta él llegaban, en lancha de alquiler, los que se atrevían a bañarse públicamente. Algo cuenta Eloy Fernández Caravera en su novela ‘Mayita’ (Ediciones Azucel. Avilés, 1987).
22.PEÑA EL CABALLO. teatro LA PEÑA en plena batelera creo.1 300x186 Esa Peña del Caballo no es una peña cualquiera
El famoso teatro circo avilesino ‘La Peña’, hoy desaparecido. (Foto gentiliza de Cástor G. Ovies)
‘El Caballo’ se puso de moda y a su alrededor surgieron famosos restaurantes como ‘Casa Tamón’ y ‘La Rosa’… hasta que se montó en Salinas un balneario con instalaciones adecuadas. Eso y un más cómodo transporte, a partir de 1893, en aquel tranvía de vapor conocido como ‘La Chocolatera’.
Aunque la ‘Peña El Caballo’ no cedió en popularidad, tanto que el famoso teatro-circo ‘Somines’, hoy desaparecido y entonces en la calle Cuba, pasó a llamarse ‘La Peña’ y un artista -que firmaba como ‘Borda de Agua’- la pintó en el telón de boca del escenario, de forma que la célebre roca marina protagonizaba el interior del local.
Y ahí sigue, hoy, ‘El Caballo’, pastando en la Ría, tan campante, mientras a su vera pasan buques de más de 60.000 toneladas de carga, o cruceros que transportan cerca de mil pasajeros.
¡Manda ‘calao’!

domingo, 2 de junio de 2013

Cuando Loya cogió el toro por los cuernos

El premiado hostelero, que cocinó para los Reyes y para los «Rolling Stones», fundó un imperio de la cocina a base de esfuerzo, que hoy ve su recompensa con el trabajo de sus descendientes

Hostelero, fundador del San Félix y del Real Balneario de Salinas
A Félix Loya le hubiera gustado ser vaquero de ganado bravo. Como su padre, que era quien encerraba las vacas bravas en el pueblo. Pero la vida le tenía otro destino reservado. A sus 91 años este vallisoletano de nacimiento y asturiano de corazón hincha el pecho contemplando la costa castrillonense desde la terraza del Real Balneario de Salinas, uno de los restaurantes de la saga de cocineros de la que él es patriarca. Félix Loya fue hostelero, pero también tuvo que coger el toro por los cuernos, como hiciera su padre. Fundó con su mujer, casi de la nada, un chigre, el Félix, que poco a poco fue aumentando a hotel y restaurante que llegaría a dar más de mil comidas diarias. Y desde ahí, la consagración del apellido, los premios y la fama. «Yo ya soy viejo», dice con pena. Pero se levanta con agilidad sin apenas usar el bastón y pasa revista a la cocina del restaurante de Salinas con orgullo de padre.
Hay que remontarse cerca de un siglo para encontrar el inicio de esta historia de éxito y esfuerzo entre fogones. Félix Loya nació en Villafrechós, Valladolid, y comenzó a trabajar de muy niño. La cocina le encontró después de hacer la mili, casi por casualidad, en la empresa Entrecanales, donde realizaba trabajos varios. Y desde aquél comienzo de rancho de obreros, con algarrobas argentinas, los guisos no han dejado de salir de sus manos. Primero en Madrid, donde trabajó en varios restaurantes y acabó recalando en Casa Mingo, donde conoció a su mujer, la asturiana María Luisa García, recientemente fallecida. Con ella, y con su primogénito, Miguel, se trasladó a Asturias.
«Yo no había venido nunca, pero estaba enamorado de Asturias por varias razones. Por mi mujer, que era asturiana, de un pueblo que se llama Besullo, que es donde nació Alejandro Casona. Pero además en Casa Mingo estaba conviviendo todos los días con mineros asturianos», cuenta Félix Loya delante de un café que bebe con parsimonia. Una propuesta para tomar las riendas del Besullo convenció al matrimonio, que dejó Madrid por la orilla del Cantábrico.
Apenas un año después, el hostelero decidió que era el momento de independizarse, con el segundo hijo, Julio, a punto de nacer. «Encontré un local, el que tengo, el pequeñín, lo cogí y monté un chigre. Un año después cogí un local que había al lado, que era un almacén de pienso gemelo, y monté un restaurante también pequeño. Y finalmente un buen día me decidí a comprar el solar que hay detrás, mil y pico metros». En un Avilés en plena ebullición industrial, clientes no le faltaban, pero completar la aventura empresarial requería de un dinero que él no tenía y que tampoco podía conseguir mediante crédito. Comenzó con sus propias manos a levantar el edificio, pero a paso lento. Por eso fue providencial que una noche tuviera cenando al presidente de la Diputación, José López-Muñiz, que tras alabar la comida lamentó la escasez de espacio. Y al conocer los planes de expansión, le recomendó para un crédito.
Así se hizo el San Félix, que se inauguró formalmente en 1964. Y la inauguración fue con el lleno garantizado, gracias a una llamada del director de Cristalería Española que necesitaba alojar a un grupo de trabajadores ingleses que iban a construir un horno. «Me vino como Dios porque me llenó el hotel. Y estuvieron cinco meses o más. Acabaron comiendo fabada a las doce de la noche, aunque al principio no querían ni probarla». También en aquellos comienzos albergó a las tripulaciones de Iberia, que se alojarían durante años.
Fueron tiempos de mucho trabajo, aunque con recompensa. Tal era el volumen de clientes que muchas veces quitaban las camas durante el día y modificaban la decoración para convertir las habitaciones en comedores. «Ha habido días que tuvimos siete y ocho comuniones. Y muchas veces tuvimos que dar mil comidas, muchas de ellas de catering. Cuando tuvimos que pedir ayuda fue un día que teníamos 2.500», relata el veterano cocinero. Allí comió, por ejemplo, Julio Iglesias, que pasó unas noches con Isabel Preysler en el Félix. «Estuvo comiendo langosta todos los días», recuerda Loya.
La lista de clientes del Félix abarca desde militares a políticos pasando por los Reyes de España -en la Casona de Arnao-, los Rolling Stones, el director del banco americano, los directivos de Ensidesa y los artistas que marcaron la música de varias generaciones: Massiel, Rocío Jurado, el Dúo Dinámico, Lola Flores, Antonio Machín, Karina, Víctor Manuel... y la Bombi, que estuvo casi un mes con su marido.
Acostumbrado a este ritmo de trabajo, es lógico que no quisiera saber de jubilación. Y así, aunque ya superaba la edad permitida, fue él quien entrenó a los cocineros del nuevo proyecto familiar: el Real Balneario de Salinas. «Estuve cinco años enseñándoles. Un día se presentaron cuatro inspectores de trabajo, yo estaba en la cocina y les dije: "Sí, estoy trabajando. ¿Quién va a enseñar a la gente que viene nueva? ¿Mi hijo, que empezó ayer? Tendrán que ser los que se jubilan, los que saben". Esas palabras les convencieron y no me dijeron nada», cuenta Félix Loya.
El personal que tiene ahora el Balneario ya es otra generación. «Les enseñó este pequeño, Isaac», dice en alusión a su nieto. «Y Miguel sabe mucho», asegura dirigiéndose a su hijo mayor. Aunque sostiene que el que más sabe de cocina de toda la saga es un nieto que ejerce de abogado en Madrid, Miguel Ángel. «El 80 por ciento de los descendientes seguimos en hostelería: todos sus hijos, de mis hijos dos de los tres y los biznietos van a ser cocineros todos», augura Miguel Loya.
El 21 de abril de 1991 abrió sus puertas el Real Balneario de Salinas. «Me robó toda la clientela», dice Loya en alusión al desvío de comensales desde el Félix. Igual cocina, mejor escenario. Y recuerda con orgullo cómo estaba lleno a todas horas. Ahora es diferente. «La crisis es igual para todos, todos sufren aunque el Balneario no tanto, ni tampoco mi nieto Javier Loya, que lleva varios locales en Oviedo. Pero el que va a desaparecer es el Félix, no aguantamos», reconoce con pesar el hostelero. Su hijo Miguel subraya: «Hay que reinventarse. Ahora en el Balneario tenemos un comedor para picotear, aunque seguimos también con el restaurante. Tenemos que subsistir».
Los Loya no vienen sólo de Félix. Vienen también de María. «Mi esposa sabía de todo. Era una mujer muy inteligente, muy trabajadora y sabía lo que se hacía. La quería tanto... Es muy triste hablar de ella. Se la llevó su hijo. Murió Julio y ella no pudo aguantar». Son las palabras que el viudo dedica a la que fue su mujer y compañera de fogones durante décadas. Y su hijo Miguel destaca otra de sus virtudes: «Era una gran cocinera de la cocina clásica y sin embargo supo adaptarse, evolucionar».
Sobre estas bases, las enseñanzas de María Luisa García y de Félix Loya, se forjó una saga de cocineros. «Se lo debemos todo, son los cimientos de nuestro edificio», asegura Miguel Loya. Y prosigue: «Si esto fuera un edificio, ellos son los cimientos, yo estoy en el primer piso y en el tejado están los jóvenes que renuevan y que hacen una cocina más moderna».
Eso sí, moderna pero con bases. «Nunca han perdido los cimientos de la cocina de los abuelos. Es una cocina estructural, potente, fuerte, con sabores y raíces». Miguel Loya considera que la crisis ha provocado el retorno de la cocina clásica. «La evolución de la cocina ha sido brutal, pero a estos jóvenes que tienen cimientos no se les va la cabeza hacia una cocina demasiado evolutiva, sino que fusionan sin perder los sabores de sus abuelos. Es muy importante no perder la identidad», concluye. Como hiciera un día el fundador de la saga, son ellos quienes tienen ahora que asir el toro por los cuernos.




Imagen de la familia Loya en el restaurante Félix.