viernes, 18 de mayo de 2012

Misterios de aguas frías al descubierto

El Oceanográfico recupera una plataforma científica que llevaba un año fondeada a 860 metros de profundidad en el cañón de Avilés y que permitirá estudiar la reproducción de los corales blancos


Un pez faro, un cangrejo real y varias anguilas de profundidad, en el cañón. | foto cedida por el ieo
Un pez faro, un cangrejo real y varias anguilas de profundidad, en el cañón. | foto cedida por el ieo 


Myriam MANCISIDOR
El Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha dado un paso más en el estudio del cañón de Avilés, una fractura geológica que da origen a un accidente geográfico que a tan sólo ocho millas de la entrada de la ría alcanza 4.000 metros de profundidad. Uno de los objetivos del equipo liderado por Francisco Sánchez durante una de las últimas campañas a bordo del buque «Ramón Margalef» era estudiar los procesos físicos que provocan la proliferación en esta zona de arrecifes de corales de aguas frías (coral blanco). Para poder certificar estos mecanismos, el IEO fondeó durante un año una plataforma submarina -denominada «lander»- a 860 metros de profundidad. Dicha plataforma científica acaba de ser extraída del fondo del mar.
«Estos procesos ocurren con mucha violencia y en intervalos de tiempo muy cortos en relación con fases específicas de la propagación de la marea y con el campo de ondas internas que forman frentes o bores. Recientes teorías intentan demostrar que la presencia de arrecifes de corales de aguas frías en la fachada Atlántica depende de estos mecanismos», explican desde el IEO, que añaden: «Particularmente importante son los procesos físicos que generan resuspensión de los sedimentos del fondo e incrementan la producción en el ecosistema bentónico».
En el contexto del proyecto Indemares, la confirmación de la presencia de estos procesos permitiría ahora no solo demostrar esta teoría a nivel científico sino utilizar esta información en caracterizar las variables ambientales que condicionan la presencia de los arrecifes y aplicar sus resultados en los modelos predictivos para la cartografía en detalle de estos hábitats, imprescindibles para poder proporcionar la información necesaria para el establecimiento de las medidas de gestión en las Áreas Marinas Protegidas. El fin de las investigaciones enmarcadas en el proyecto Indemares es, precisamente, estudiar los ecosistemas profundos del Cañón de Avilés de cara a proteger este espacio vulnerable como en su día se hizo con El Cachucho, la primera área marina protegida de España a unos 65 kilómetros de la costa de Ribadesella.
Para estudiar por qué proliferan en el cañón de Avilés arrecifes de corales de aguas frías, el equipo del Oceanográfico diseñó un sistema integrado de sensores remotos instalados en una plataforma submarina, «lander», para ser fondeada en los ejes de los cañones y poder recopilar la información necesaria para caracterizar estos procesos físicos. El «lander» construido dispone de un correntómetro para la medición precisa de corrientes próximas al fondo, un sonar destinado a medir -decenas de metros sobre el fondo- la estructura del campo de velocidades así como el contenido de partículas en suspensión. Además incluye una cadena de doce sensores de temperatura de alta precisión para determinar la existencia de inversiones térmicas que se pueden relacionar con estos procesos que generanresuspensión.
El «lander» también está dotado de una cámara de fotos digital y de un flash electrónico que disparan de forma automática en intervalos de un minuto. Gracias a un sistema de cebo se atrae a las especies móviles que caracterizan estos fondos y se estudia así a los habitantes del arrecife. Combinando estas observaciones con las variables ambientales recogidas con los sistemas anteriormente citados se puede obtener valiosa información sobre cómo afectan al comportamiento trófico de las especies presentes en las imágenes.
La recuperación del «lander» supuso un hito para el IEO «en la realización de operaciones complejas de recuperación de equipos en aguas profundas». La plataforma tomó datos de alta frecuencia hasta que se agotaron las baterías o tarjetas de memoria que acompañaban los equipos, en principio diseñados para un trabajo de 26 horas.

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