(El Museo de la Mina amplía su contenido saliendo a la calle para explicar la historia del singular poblado, bastantes de cuyos edificios forman parte del Conjunto Histórico Industrial de Arnao).
La historia de la extracción vertical del carbón en Asturias se inició frente al Océano Atlántico en lo alto de una pequeña bahía de la costa central regional de la comarca de Avilés, municipio de Castrillón. Y allí sigue clavado, entre arrecifes y valles, uno de los pueblos más singulares del norte de España llamado Arnao.
La histórica mina –que además fue la primera submarina de España– acoge hoy un museo que muestra la riqueza patrimonial de Arnao, mucha de la cual está reconocida, oficialmente, como Conjunto Histórico Industrial.
En las antiguas salas de máquinas y mantenimiento, se exhiben paneles informativos, objetos y diversos elementos mineros que ayudan al visitante a comprender la explotación y características de esta instalación industrial milagrosamente conservada, tal como puede constatar el visitante si desciende en la jaula minera y pasea por las viejas galerías que discurren por zonas marinas.
Ahora el Museo da un paso más y sale a la calle, porque resulta que las calles del poblado también son un museo tomando el fresco. La de Arnao es una fascinante Historia de historias.
En 1833 llegaron de Lieja técnicos belgas –una vez constituida la Compagnie Royal Asturienne des Mines (Real Compañía Asturiana de Minas)– y bajo su dirección se construyó y comenzó la producción de carbón, cuya parte exterior más vistosa –y sin duda el símbolo de todo el legendario tinglado industrial de Arnao– es el original castillete, en buena parte revestido de zinc, que tiene categoría de monumento.
En 1854, a escasos metros de la mina, se puso en marcha una factoría de fabricación de zinc. Y por las laderas de la colina –entre la mina y la fábrica– fue creciendo un poblado donde habitaban todos los trabajadores del complejo, desde el patrón, arriba (en la cúspide de la pirámide), hasta el peón, abajo, en el húmedo valle.
Era una comunidad de lo más cosmopolita e idiomáticamente una bien avenida torre de babel, donde predominaba el español pero había presencia del francés, valón, inglés, alemán, idiomas de directivos y técnicos de diversos países que aquí trabajaron y vivieron. Una Europa en miniatura.
En 2015 ahí siguen las construcciones de entonces y el Museo de La Mina de Arnao explica ahora detalladamente a los visitantes, sobre el terreno, este ‘pueblo de zinc y fuego’ como dice el arqueólogo Iván Muñiz, director –junto con el ingeniero Guillermo Laina– de este museo que –activo como pocos– no se limita a la cosa estática museística sino también a lo que lo rodea, caso del antiguo poblado donde sus edificios –casas, escuelas, economato y hospital (observen la curiosa ausencia de iglesia)– muestran una época y un modo de entender la organización social desconocida, hasta entonces, en España.
De todo lo anterior es fácil deducir que el Arnao de Castrillón es un lugar excepcional.
Y la prueba del nueve es que desde hace cientos de años han venido viajando hasta aquí para conocerlo gentes de mucha categoría industrial, aparte de personalidades a darse pisto, por ejemplo un Príncipe de Asturias –Alfonso de Borbón en 1920– recibido con un escudo, colocado en un arco a las puertas de la fábrica, que apuntaba ‘Asturias Nunca Vencida’. Aunque el ranking de visitantes sigue encabezado por la Reina Isabel II de España, en 1858, y el Rey Alfonso XII en 1877, que vinieron en épocas donde el transporte era de risa y las carreteras de pena. Costaba llegar a este lugar de la costa asturiana, a dos kilómetros de Piedras Blancas y a uno de Salinas, pero observen que llegaban gentes de trono y tronío.
Y por si no estuviera suficientemente clara la importancia de Arnao en la historia social e industrial nacional, hace apenas cuatro meses se descubrió que aquí funcionó la primera línea de ferrocarril de España, título que hasta ahora ostentaba la línea Barcelona–Mataró.
Arnao –que merece tesis doctorales a espuertas– es pionera en extracción de carbón, fabricación de zinc, organización socio–laboral y transporte ferroviario, factores que la han convertido en un exponente de importancia internacional. Hagámonos el favor de darnos por enterados.
Yo creo que –aunque en algunos países como los Estados Unidos de América el zinc se utilice para fabricar monedas–, Arnao no tiene precio.
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