El negocio familiar Efectos Navales Juan García-Morán, fundado en 1922 en San Juan, encara la recta hacia su centenario en manos de la cuarta generación
Amaya P. GIÓN
El año en que quedó inaugurada la línea del tranvía entre Salinas y Arnao y que el industrial avilesino Santiago Obaño instalaba en el parque del Muelle el primer surtidor de gasolina de la villa, abría sus puertas en San Juan de Nieva el establecimiento Efectos Navales Juan García-Morán. La tienda familiar comenzó a funcionar en 1922 y noventa años después los biznietos del impulsor del negocio, el capitán de marina Manuel García Morán, miran con optimismo al centenario del establecimiento.
Los hermanos Ana y Pablo García-Morán constituyen la cuarta generación al frente de la firma, uno de los negocios familiares más reconocidos dentro del sector naval que oferta todo tipo de artículos náuticos, ferretería y moda, material de salvamento y artículos decorativos, entre otros productos y servicios. Pero el encanto del negocio no sólo está en el contenido, también en el continente. Efectos Navales Juan García Morán conserva el encanto del primer día, con su escalera de madera y hierro forjado, las columnas fabricadas en la Fundición de Manzaneda a principios del siglo pasado y el corredor de madera que rodea toda la planta superior de la tienda.
Manuel García Morán navegó por medio mundo. Este capitán de primera clase de marina mercante, cuyo despacho permanece prácticamente intacto y en el que luce un cuadro de la corbeta «María», volvió a tierra firme tras media vida en el mar. Según explica su biznieta Ana, Manuel abrió el negocio en la década de 1920, cuando trabajaba ya como práctico del Puerto avilesino. «Murió en 1935 y mi abuelo Juan se hizo cargo del negocio. Murió joven y pasó a mi padre (también Juan). Ahora lo llevamos mi hermano Pablo y yo. Tenemos la suerte de poder seguir adelante», señala Ana García Morán, que tomó las riendas del negocio en 1991, «por casualidad».
El establecimiento avilesino de efectos navales, que ocupa uno de los pocos edificios que resisten en el polvoriento pueblo de San Juan, atesora innumerables joyas, entre ellas una báscula procedente de Birmingham que data de finales del siglo XIX así como varios y piezas de madera de embarcaciones a vela de la misma época. Ana García también guarda como oro en paño los libros de cuentas y anotaciones de su bisabuelo, con una caligrafía exquisita escrita a pluma.
El negocio resiste la crisis, aunque tampoco es ajena a la complicada situación económica de los últimos años. «Sí que se nota, pero tenemos a nuestro favor que contamos con mucha clientela habitual. Lo que sí han bajado son las ventas de artículos de regalo y vestuario, pero seguimos adelante. Habrá que cruzar los dedos», prosigue Ana, la primera mujer que lleva las riendas del negocio familiar desde sus orígenes.
¿Habrá quinta generación? «Yo no tengo hijos pero, ¿quien sabe? Igual se anima mi sobrina», señala la mujer, que mira ya al centenario de la tienda que puso en marcha su bisabuelo. La de San Juan de Nieva es una de las últimas tiendas sobre efectos navales que aún perviven. «Creo que en Gijón hay uno o dos establecimientos orientados a la náutica, pero de efectos navales quedan muy pocos», concluye la empresaria, entre cliente y cliente.
Amaya P. GIÓN
El año en que quedó inaugurada la línea del tranvía entre Salinas y Arnao y que el industrial avilesino Santiago Obaño instalaba en el parque del Muelle el primer surtidor de gasolina de la villa, abría sus puertas en San Juan de Nieva el establecimiento Efectos Navales Juan García-Morán. La tienda familiar comenzó a funcionar en 1922 y noventa años después los biznietos del impulsor del negocio, el capitán de marina Manuel García Morán, miran con optimismo al centenario del establecimiento.
Los hermanos Ana y Pablo García-Morán constituyen la cuarta generación al frente de la firma, uno de los negocios familiares más reconocidos dentro del sector naval que oferta todo tipo de artículos náuticos, ferretería y moda, material de salvamento y artículos decorativos, entre otros productos y servicios. Pero el encanto del negocio no sólo está en el contenido, también en el continente. Efectos Navales Juan García Morán conserva el encanto del primer día, con su escalera de madera y hierro forjado, las columnas fabricadas en la Fundición de Manzaneda a principios del siglo pasado y el corredor de madera que rodea toda la planta superior de la tienda.
Manuel García Morán navegó por medio mundo. Este capitán de primera clase de marina mercante, cuyo despacho permanece prácticamente intacto y en el que luce un cuadro de la corbeta «María», volvió a tierra firme tras media vida en el mar. Según explica su biznieta Ana, Manuel abrió el negocio en la década de 1920, cuando trabajaba ya como práctico del Puerto avilesino. «Murió en 1935 y mi abuelo Juan se hizo cargo del negocio. Murió joven y pasó a mi padre (también Juan). Ahora lo llevamos mi hermano Pablo y yo. Tenemos la suerte de poder seguir adelante», señala Ana García Morán, que tomó las riendas del negocio en 1991, «por casualidad».
El establecimiento avilesino de efectos navales, que ocupa uno de los pocos edificios que resisten en el polvoriento pueblo de San Juan, atesora innumerables joyas, entre ellas una báscula procedente de Birmingham que data de finales del siglo XIX así como varios y piezas de madera de embarcaciones a vela de la misma época. Ana García también guarda como oro en paño los libros de cuentas y anotaciones de su bisabuelo, con una caligrafía exquisita escrita a pluma.
El negocio resiste la crisis, aunque tampoco es ajena a la complicada situación económica de los últimos años. «Sí que se nota, pero tenemos a nuestro favor que contamos con mucha clientela habitual. Lo que sí han bajado son las ventas de artículos de regalo y vestuario, pero seguimos adelante. Habrá que cruzar los dedos», prosigue Ana, la primera mujer que lleva las riendas del negocio familiar desde sus orígenes.
¿Habrá quinta generación? «Yo no tengo hijos pero, ¿quien sabe? Igual se anima mi sobrina», señala la mujer, que mira ya al centenario de la tienda que puso en marcha su bisabuelo. La de San Juan de Nieva es una de las últimas tiendas sobre efectos navales que aún perviven. «Creo que en Gijón hay uno o dos establecimientos orientados a la náutica, pero de efectos navales quedan muy pocos», concluye la empresaria, entre cliente y cliente.
Ana García-Morán, en su establecimiento.
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