Un golpe de mar lo derribó sobre la roca de El Pical en la que faenaba y fue rescatado por cuatro trabajadores y efectivos de bomberos
Un percebero avilesino de unos 30 años de edad resultó ayer herido leve al caerse a una roca cuando mariscaba a pie de un acantilado que cae al mar tras la factoría de Asturiana de Zinc en Arnao. El accidentado, R. H., de 31 años, fue trasladado en ambulancia al Hospital San Agustín. Se quejaba de un fuerte golpe en la cadera y en una pierna, estaba plenamente consciente y no aparentaba gravedad.
El accidente se produjo en torno a las doce y media del mediodía en un paraje conocido como El Pical, entre las playas de El Dólar y Arnao. La víctima mariscaba junto a un compañero sobre una línea de roca que sale hacia el mar, que ayer batía con fuerza, desde la base del acantilado, de difícil acceso aunque susceptible de llegar a ella sin necesidad de utilizar cuerdas.
«Le cogió un golpe de mar por la espalda y lo tiró al suelo. No se podía levantar y estaba ligeramente mareado», manifestó su compañero de faena, Marcos Quintana, igualmente vecino de Avilés. Según su relato, cuatro personas que vestían atuendo laboral, presumiblemente trabajadores de la cercana factoría de Asturiana de Zinc, fueron los primeros en prestar auxilio. «Bajaron inmediatamente al acantilado y entre todos logramos subirlo a una zona segura». La víctima «estaba bien, pero debido al golpe apenas podía caminar. Yo solo no podría haberlo sacado de allí», precisó. Poco después se personaban en el lugar efectivos sanitarios, de la Guardia Civil, la Policía Local y una dotación de bomberos con base en Avilés, que procedió a trasladar al accidentado en una camilla hasta la planta fabril, a unos 300 metros de distancia del acantilado, donde esperaba la ambulancia.
Según Quintana, ambos mariscaban contaban, «lógicamente», con licencia, «aunque solo para trabajar en la zona libre, entre Arnao y San Esteban de Pravia. En ese tramo costero «hay mucho percebe, pero no de calidad. Los buenos están en Peñas, Cudillero y Valdés, pero es necesario una licencia especial», precisó.
Por último, Quintana lamentó el bajo rendimiento económico que, asegura, obtienen por su trabajo. «Nos jugamos el físico para arrancarlos, y en rula este tipo de percebe se paga, como mucho, a diez euros el kilo, a veces a cinco. Después lo venden a sesenta o setenta», concluyó.
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