Sólo uno de los nueve tripulantes del arrastrero que el 10 de marzo de 2014 chocó contra un peñasco frente al Cabo Peñas logró sobrevivir al dramático accidente
10.03.2015 | 13:31
A. P. G. / V. M. La madrugada del 10 de marzo de 2014 sacudió a Asturias con el sabor de la tragedia. El arrastrero portugués "Santa Ana", con base en el puerto de Muros (La Coruña) pero desplazado esos días a Avilés para hacer la campaña de la xarda, chocó contra uno de los peñascos semisumergidos que abundan en la isla La Erbosa, en las inmediaciones del Cabo Peñas. El impacto fue tal que los tripulantes, algunos de ellos dormidos, sólo tuvieron tiempo a sentir una violenta sacudida. La embarcación se hundió en pocos minutos. Sólo uno de los nueve integrantes de la tripulación, el gallego Manuel Simal, logró salvar su vida. Los cadáveres de Francisco Gomes Fragateiro y Manuel Indalecio Mayo-Brea fueron hallados flotando cerca del lugar del accidente esa misma mañana. Pero los cuerpos de los seis restantes permanecieron desaparecidos durante días. Entre ellos se encontraba el del joven ovetense Marcos del Agua Chacón, alumno de la Escuela Náutica Pesquera de Gijón, que se había embarcado en prácticas esa misma jornada.
La tragedia del "Santa Ana" ha sido la mayor vivida en el sector pesquero asturiano en los últimos 53 años. Un posible error en el rumbo mientras parte de la tripulación dormía y con un mar en calma fue la hipótesis que se consideró inicialmente como probable explicación. El seguimiento por satélite de la trayectoria del buque, tal y como desveló en su día LA NUEVA ESPAÑA, ponía en evidencia que el barco se había dirigido en línea recta y sin maniobras para corregir el rumbo en dirección al peñasco contra el que el "Santa Ana" colisionó brutalmente. "Tal vez se marcó mal el rumbo", llegó a reconocer el gallego Manuel Simal, el único que pudo contar lo ocurrido en las horas previas al dramático accidente. A ojos de los expertos, el trayecto seguido por el barco resultaba "inexplicaba" ya que la maniobra habitual en la zona de Peñas se realiza con al menos una milla de margen para librar la isla La Erbosa.
Los trabajos de rescate se prolongaron durante días para preocupación de las familias de las víctimas. Los cuerpos fueron apareciendo con cuentagotas. Los equipos de submarinistas se enfrentaron a grandes dificultades para poder acceder al interior del barco, que permanecía en posición vertical, encajado entre las rocas y rodeado de una maraña de redes y otros objetos que multiplicaban el peligro de las inmersiones. Tanto fue así que uno de los submarinistas de la Guardia Civil que participó en el operativo perdió parte de los dedos de una mano tras ser atrapado por el deslizamiento de una chapa metálica.
Los trabajos para reflotar el buque se prolongaron durante más de un mes y no fue hasta setenta días después del naufragio cuando el "Santa Ana" emergió convertido en un amasijo de hierros tras un complicado operativo para izarlo. El buque acabó remolcado al puerto de El Musel, donde fue desguazado.
Un año después del accidente, la Comisión Permanente de Investigación de Siniestros Marítimos, dependiente del Ministerio de Fomento, aún no ha remitido al juzgado avilesino su informe sobre el accidente. Esta comisión tiene como objetivo determinar las causas de los accidentes que se producen en aguas españolas. También formula recomendaciones para evitar tragedias similares.
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