El caso del vapor Agadir resulta peculiar, porque no se hundió accidentalmente. Fue volado en 1934 por obreros avilesinos revolucionarios para bloquear la entrada a la Ría de Avilés.
Conviene recordar que el 5 de octubre de 1934 comienza en Asturias una huelga revolucionaria, que muy pronto se convirtió en una especie de guerra civil local, con episodios de gran intensidad y violencia en todas partes. En Avilés, los revolucionarios estaban muy mal equipados y prácticamente carecían de armas (excepción hecha de las que lograban capturar a policías y guardias civiles en las trifulcas callejeras). Para hacerse una idea de la situación basta saber que los días 5 y 6 de octubre el propio alcalde tuvo que hacerse fuerte en el Ayuntamiento con Guardias Civiles, municipales, carabineros y algún marino, mientras el Comité Revolucionario instalaba su cuartel general no lejos de allí (en Sabugo).
Pronto se corrió la voz de que se acercaban a Avilés tropas destinadas a sofocar el alzamiento, por tierra y por mar. Se supo que había algún plan para desembarcar soldados usando la Ría de Avilés, por lo que el mismo día 7 se decido bloquear la entrada. Para ello escogen el vapor Agadir, de la Companía de Gas y Electricidad de Barcelona. El Agadir desplazaba 1160 toneladas, medía 51,37 metros de eslora, 7,75 de manga y 3,15 de puntal. Su carga total era de 685 toneladas; fue construido en 1919. En aquel momento se encontraba en puerto después de haber descargado 300 toneladas de carbón. Según cuenta un cronista de la época,
el Capitán era un vasco muy terco que se quería quedar dentro de él con un canario que tenía
Se cruzó el barco en la entrada de la Ría, justo a la altura de las rocas de la Rechalda. Exactamente en ese sitio había naufragado en 1911 otro barco, el Cabo de Palos. Primero se intentó llevar a cabo el hundimiento abriendo las válvulas interiores del barco pero, como el proceso resultaba demasiado lento, se decidió emplear métodos más expeditivos. Colocaron explosivos, de los que sí disponían en abundancia, en la bodega del barco, y éste se fue a pique rápidamente con una importante vía de agua.
De poco sirvieron los esfuerzos de los revolucionarios, porque al mismo día siguiente (8 de octubre) llegó a Avilés una fuerza militar leal al gobierno republicano, que había entrado por Piedras Blancas, y que acabó con todo vestigio de resistencia. Al mando iba el general López Ochoa.
Restablecida la normalidad, era prioritario despejar la entrada ala Ría, y para eso había que retirar el Agadir. Se propuso reflotarlo con una especie de boyas hinchables enormes, pero el proyecto resultó imposible al estar el buque semienterrado en la arena del fondo. Al final se optó por volarlo. Se usaron cerca de 2.800 toneladas de dinamita para ir volando, por piezas, el casco. También se emplearon dos grúas y seis buzos. En los trabajos, que empezaron el 17 de octubre, cooperaron las distintas empresas que en aquel momento realizaban alguna obra en la Ría. A los dos o tres días ya se había abierto un paso para embarcaciones más pequeñas, y diez días después ya podían pasar los buques de mayor envergadura. La operación costó 50.000 pesetas de la época, que en parte fueron recuperadas con la venta de chatarra y otras piezas del Agadir.
En esta imagen se aprecia una de las voladuras controladas: