El mercante hindú, que cubría la ruta entre el Reino Unido y Bombay, naufragó hace 20 años frente al Cabo Peñas con sus cuarenta y ocho tripulantes a bordo
l El siniestro registrado en la costa asturiana
dejó un balance desolador: trece muertos,
veintiún desaparecidos y quince supervivientes
Amaya P. GIÓNA unas cincuenta millas al norte del Cabo Peñas y a más de 4.000 metros de profundidad reposan los restos del «Vishva Mohini». El buque indio naufragó el 12 de abril de 1993, hace ahora veinte años, con unos cuarenta y ocho tripulantes a bordo. El balance de la tragedia convierte este naufragio en el mayor siniestro registrado en la costa asturiana: trece muertos, veintiún desaparecidos y sólo quince supervivientes. Dos décadas después, siguen sin conocerse muchas de las incógnitas que envolvieron el naufragio. Aún hoy se desconocen el número real de pasajeros que viajaban a bordo del buque y el motivo por el que el capitán se opuso a la evacuación del mercante hasta unos minutos antes de irse, llevando a los suyos a una muerte segura.
El «Vishva Mohini» cubría la ruta entre el puerto de Middlesbrough (Reino Unido) y Bombay (India) con carga general de contenedores, maquinaria y tuberías. Construido en 1978, el mercante tenía 156 metros de eslora y su peso bruto era de 10.092 toneladas. Aquel 12 de abril de 1993 era día de temporal. Vientos de más de treinta nudos, fuerte marejada, aguaceros y complicada visibilidad convertían la travesía por las aguas del Cantábrico en un auténtico calvario. Poco después del mediodía, comenzaba a gestarse la tragedia. Una pieza pesada abrió una vía de agua en la bodega número 1 del mercante. Y para muchos comenzó la cuenta atrás para la muerte.
«Tenemos una vía de agua y somos incapaces de controlarla. Navegamos a toda máquina hacia Gijón. Rumbo 150, velocidad 14 nudos». Éste fue el mensaje que a las 12.53 horas dejó el capitán Anil Thakur, de 40 años, a los operadores de la Radio Costera, en Bilbao, a través de Peñas Radio. El capitán solicitó apoyo auxiliar por vía aérea para poder frenar la entrada de agua, pero rechazó inicialmente la ayuda de Salvamento Marítimo para evacuar a los tripulantes. Ése fue su mayor error. Seis horas después, el Cantábrico engullía su barco y a la mayoría de sus tripulantes.
Mientras el buque tomaba rumbo al puerto de Gijón, desde Santander y La Coruña salieron los remolcadores «Golfo de Vizcaya» y «Alonso de Chaves» y el «Helimer Galicia», con base en la capital gallega, esperaba la orden del despegue. Fueron varias las comunicaciones a lo largo de la tarde entre Thakur y los Servicios de Salvamento. El capitán pedía que le hicieran llegar bombas de achique, pero insistía en que la situación no era tan dramática como para evacuar el buque. A las siete y cuarto de la tarde llegaba la notificación definitiva: el «Vishva Mohini» se había hundido.
Lo que se encontraron los Servicios de Salvamento al llegar al lugar del naufragio, frente al Cabo Peñas, fue una escena dantesca: cadáveres mutilados flotaban sobre las aguas junto a los restos de la carga del buque. La velocidad del hundimiento fue tal que la tripulación no tuvo tiempo ni a embarcar en los botes salvavidas, la única esperanza para sobrevivir a las gélidas aguas. Tuvieron que lanzarse al mar, y sobrevivir a flote más de veinte minutos era poco menos que un milagro.
l El siniestro registrado en la costa asturiana
dejó un balance desolador: trece muertos,
veintiún desaparecidos y quince supervivientes
Amaya P. GIÓNA unas cincuenta millas al norte del Cabo Peñas y a más de 4.000 metros de profundidad reposan los restos del «Vishva Mohini». El buque indio naufragó el 12 de abril de 1993, hace ahora veinte años, con unos cuarenta y ocho tripulantes a bordo. El balance de la tragedia convierte este naufragio en el mayor siniestro registrado en la costa asturiana: trece muertos, veintiún desaparecidos y sólo quince supervivientes. Dos décadas después, siguen sin conocerse muchas de las incógnitas que envolvieron el naufragio. Aún hoy se desconocen el número real de pasajeros que viajaban a bordo del buque y el motivo por el que el capitán se opuso a la evacuación del mercante hasta unos minutos antes de irse, llevando a los suyos a una muerte segura.
El «Vishva Mohini» cubría la ruta entre el puerto de Middlesbrough (Reino Unido) y Bombay (India) con carga general de contenedores, maquinaria y tuberías. Construido en 1978, el mercante tenía 156 metros de eslora y su peso bruto era de 10.092 toneladas. Aquel 12 de abril de 1993 era día de temporal. Vientos de más de treinta nudos, fuerte marejada, aguaceros y complicada visibilidad convertían la travesía por las aguas del Cantábrico en un auténtico calvario. Poco después del mediodía, comenzaba a gestarse la tragedia. Una pieza pesada abrió una vía de agua en la bodega número 1 del mercante. Y para muchos comenzó la cuenta atrás para la muerte.
«Tenemos una vía de agua y somos incapaces de controlarla. Navegamos a toda máquina hacia Gijón. Rumbo 150, velocidad 14 nudos». Éste fue el mensaje que a las 12.53 horas dejó el capitán Anil Thakur, de 40 años, a los operadores de la Radio Costera, en Bilbao, a través de Peñas Radio. El capitán solicitó apoyo auxiliar por vía aérea para poder frenar la entrada de agua, pero rechazó inicialmente la ayuda de Salvamento Marítimo para evacuar a los tripulantes. Ése fue su mayor error. Seis horas después, el Cantábrico engullía su barco y a la mayoría de sus tripulantes.
Mientras el buque tomaba rumbo al puerto de Gijón, desde Santander y La Coruña salieron los remolcadores «Golfo de Vizcaya» y «Alonso de Chaves» y el «Helimer Galicia», con base en la capital gallega, esperaba la orden del despegue. Fueron varias las comunicaciones a lo largo de la tarde entre Thakur y los Servicios de Salvamento. El capitán pedía que le hicieran llegar bombas de achique, pero insistía en que la situación no era tan dramática como para evacuar el buque. A las siete y cuarto de la tarde llegaba la notificación definitiva: el «Vishva Mohini» se había hundido.
Lo que se encontraron los Servicios de Salvamento al llegar al lugar del naufragio, frente al Cabo Peñas, fue una escena dantesca: cadáveres mutilados flotaban sobre las aguas junto a los restos de la carga del buque. La velocidad del hundimiento fue tal que la tripulación no tuvo tiempo ni a embarcar en los botes salvavidas, la única esperanza para sobrevivir a las gélidas aguas. Tuvieron que lanzarse al mar, y sobrevivir a flote más de veinte minutos era poco menos que un milagro.
Uno de los supervivientes, trasladado en camilla.
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