Archivado en (Los episodios avilesinos) por albertodelrio el 28-12-2014
La prehistoria avilesina, según el médico, escritor y asiduo colaborador de LA VOZ DE AVILÉS, José Villalaín Fernández (Navia 1878–Salinas 1939) fue, más o menos, algo tal que así:
«Hay muchas opiniones en pro y en contra del asunto, pero yo creo que los primeros pobladores de Avilés, fueron los avilesinos (ver Reseaches out he avilesinos. Greatquack. London. 1907).
Los avilesinos pertenecían a la estirpe camítica; eran curafricanos, de pelo negro, y puede observarse, aun hoy en día, que la mayoría de ellos conservan el pelo negro, exceptuando tan solo a los canosos y a los rubios. Graswidenschwein exceptúa también a los calvos, llevando en esto el exclusivismo a un grado inconcebible (…)
Y ¿de donde vinieron los Iberos? Esta pregunta no tiene respuesta satisfactoria. Fundándose en las grandes aptitudes de la raza para perpetuarse, dicen algunos sabios que vienen la Libia, y deben tener razón, pues hasta el nombre de ‘libia’ indica lo libidinosos que fueron los iberos. Paco Estrabón habla de la raza ibérica poniéndola como tipo del espíritu de independencia y de la vergüenza torera, y el famoso Saxofón (llamado así porque siempre iba haciendo ruido con numerosos guijarros que llevaba en el bolso de la capa) afirma que lo iberos de Avilés eran valientes, religiosos, fuertes y sufridos, y que las mujeres guapas ¡la mar de guapas! Lo cual puede verse comprobado hoy día (…)
En los primeros tiempos de la historia, estaba Avilés unido a las islas del Mediterráneo, lo cual queda evidentemente demostrado en el terreno de nuestra villa, que es cretáceo, como el de la isla de Creta. Traté de buscar encima del terreno cretáceo el eoceno, el mioceno, el plioceno y el epiceno, pero no me fue posible dar con ellos y por lo tanto quedó sin resolver la importantísima cuestión de si hubo en Avilés el hombre terciario (homo tertiarius de Tchawskowsky). Indudablemente debió de haberlo, porque del hombre terciario se deriva la aún viviente V.O.T (Orden Tercera o Terciaria) alguno de cuyos miembros y miembras viven en Avilés (…)
La raza de Neandertal no existió en Avilés, ni falta.
De todos los índices que se estudiaron, en los iberos prehistóricos, el más notable es el dedo índice, porque el cefálico es igual que el de los demás curafricanos morenos.
De las costumbres de los primitivos habitantes de Avilés sabemos poco. En la edad de la piedra tallada, dominaban los canteros; en la de la piedra pulimentada, los marmolistas; en la del cobre, los caldereros; en la del bronce, los veloneros de Lucena, y en la del hierro, los herreros, que fueron los fundadores de la calle de la Herrería aún existente. De modo que ya en el periodo cuaternario puede la prehistoria avilesina ser dividida, sin que nadie se ofenda por ello, en fases paleolítica, megalitica, noeolítica, superferolítica y artrítica, que es en la que aparecieron las malas artes y las Bellas Artes.
La fase megalítica se distingue de la anterior en el tamaño y abundancia de las armas, la neolítica en lo pulimentado de las mismas, la superferolítica (super, encima; fero, llevar; litos, piedra) por la excesiva cantidad de navajas de afeitar, de piedra, y otras armas más o menos arrojadizas y sonoras, y la artrítica porque en ella aparecieron, como hemos dicho, las artes.
En los tiempos paleolíticos no hubo ni período chelense, ni solutrense, ni musteriense, solo lo hubo magdalenense, que dominó en La Magdalena, lugar situado a 0,652 kilómetros de la villa (…)
Llegó un día en que los individuos de cabeza alargada y de cara también alargada, se cansaron de tanta civilización como poseían y se reunieron en la carretera del Torno [carretera de San Juan]. El primer acuerdo que tomaron al despojarse de la civilización, fue suprimir el Registro Civil, y la Guardia Civil, y en esto se parecieron a los ladrones, que son enemigos de que los civilicen. Dejaron la agricultura, y se dedicaron a la puericultura y a la buenaventura, abandonaron los campos florecidos, las ciudades lacustres, y llevados por la barbarie y el instinto destructor, lanzáronse contra las tribus vecinas, apoderándose de El Caliero, Salinas, Londres, Gaxín, El Cairo, Sardanápalo y demás pueblos que rodeaban Avilés (…)
Cuando nacía un iberillo, casi siempre daba un disgusto a sus padres, no solo por las ordinarias razones fisiológicas, sino porque el padre debía sacrificar a sus divinidades un macho cabrío (cabrón) y en aquellas edades patriarcales era difícil hallar la victima apetecida. Ahora sería quizá más fácil (…)
A las suegras les arrancaban las uñas (menos la del dedo gordo del pie derecho que servía de arma ofensiva) y la lengua. A las jóvenes les prohibían el uso del corsé como no fuese modernista, y a los jóvenes les impedían gastar sombrero de copa y pantalón blanco, so pretexto de evitar enamoramientos repentinos, producidos por el uso de ambas prendas (…)
Posteriormente hubo un gran avance neolítico. Domina la raza surafricana. Hay rito funerario, y no solo rito, sino puritos, los cuales hacían morir a los iberos en medio de atroces picores, y en medio de la calle.
Fue la época en que aparecieron los metales, incluso el metal de voz. Invención de los clavos, cuchillos, telégrafos con hilos (el telégrafo sin hilos es de edades anteriores; de cuando aún no ha había alambres), cepillos, cerillas sin cabeza, mesas sin pies y conversaciones sin pies ni cabeza. Palafitos, monoditos, aerolitos y morabitos. Industrial del aluminio y el cleominio. Epoca feliz. Aparición de la raza celta (…)
El bastón de caña japonesa era desconocido y lo mismo el cock-tail y la gastralgia, calamidades que la civilización nos aportó (…)
Quien quiera completar este estudio debe leer la Biblia en verso, el Piramidón y la Historia Natural del hombre prehistórico avilesino, obra magnífica (‘Reseaches on the Physical History of Avilés’s meu. Nevhaven 1213 y también la traducción alemana hecho por Kylosow: Grundis der avilesen–autrop. Valliniello 1908’) debida a la pluma de un servidor de Vds. José de Villalaín»
La ‘Historia cómica de Avilés’, fue publicada hace mucho tiempo. Quien me la regaló me confesó que era muy antigua «para que te hagas una idea, por entonces el sexo antes del matrimonio no era pecado sino un milagro».
Una muestra de esta histórica publicación de 1894, el capítulo titulado ‘Prehistoria’ del que es autor José Villalaín, la acaban de leer ustedes en este Día de los Santos Inocentes del año dos mil catorce.
Toda una primicia, créanme, porque encontrar hoy éste libro –firmado por ocho autores, de Villalaín a ‘Marcos del Torniello’– cuesta un Potosí y la yema del otro.