Archivado en (Los episodios avilesinos)por albertodelrio on 24-02-2013
San Juan de Nieva, situado en el norte atlántico de España, es un ‘finisterre’ para caminos de hierro, asfalto y tierra. A estos efectos, aquí frena uno en seco o se da la vuelta, a no ser que quiera seguir buscando el norte a nado. Entonces ya no digo nada. Pero no es habitual.
Si que lo es, la desmadrada contaminación atmosférica que sufre este pueblo marinero, últimamente castigado por una misteriosa intoxicación de mercurio.
San Juan de Nieva es el paradigma de lo fronterizo. Está divido en dos por la ría de Avilés. Y los trozos resultantes, trinchados en tres por los concejos de Castrillón, Gozón y Avilés. No conozco caso igual de desaguisado territorial.
Tal es la situación, que ni se libra la Santa Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, ya que por el mismísimo templo de San Juan –hoy desacralizado y cercado por cordilleras de mineral– pasa la raya divisoria entre Castrillón y Avilés.
Al otro lado del estuario –margen derecha– los problemas de lindes, entre Avilés y Gozón, fueron tan gordos, que el 27 de junio de 1976, acabó dictando sentencia sobre ellos, el mismísimo Tribunal Supremo de España, Sala Cuarta. El fallo, perdón, el faro, no escapa al diabólico troceado burocrático.
Y luego está el personal, Que, generalmente, lo nombra como ‘de San Juan’, siendo su nombre ‘de Avilés’, aún estando situado en terrenos municipales de Gozón, parroquia de Laviana. Surrealista ensalada geográfica, con mayonesa de bote.
Tan oficial es el nombre de Faro de Avilés como que –aparte de figurar con esa denominación en Puertos del Estado– en abril de 2008, circularon por toda España miles de décimos de la Lotería Nacional, que venían ilustrados con la foto del faro de Avilés. Lo mismo hizo Correos, dedicándole un sello. Y sabido es que Lotería y Correos son la sal y la pimienta del Estado español.
Últimamente Woody Allen ha terminado por universalizarlo, en una secuencia de su película ‘Vicky Cristina Barcelona’ (Scarlett Johansson, Javier Bardem, Penélope Cruz y Rebecca Hall), allí rodada, que muestra también la costa occidental avilesina con la isla de La Deva de fondo.
El faro está en la proa de la mítica península de Nieva, donde, durante siglos, estuvo emplazada una torre defensiva que con el tiempo fue provista de cañones, a pesar de lo cual un 31 de agosto de 1762 fue tomada por la Armada inglesa, que luego fue corrida por soldados avilesinos. Incidente éste no muy aireado y que una amiga mía no entiende el hecho de que para una vez que nos invade la pérfida Albión y encima los vencemos, ni lo marcamos como hazaña en el calendario, ni lo incluimos en los libros de texto con titulares del calibre de ‘El imperio inglés humillado en Avilés’.
Alojado en un torreón de 14 metros de altura, comenzó a lucir el 31 de agosto de 1863 con una lámpara de aceite de oliva y hoy alcanza 17 millascon luz blanca, bastente más allá que el Cañón submarino de Avilés, situado solo a 8 millas(cerca de 15 km.) y uno de los más importantes del mundo. Colosal sima de 4.750 metros, de profundidad, que sigue siendo explorado por buques oceanográficos. Episodio aparte éste, el de un mundo desconocido que se presume fabuloso y que tenemos ahí al lado.
El faro es un amigo que acoge o despide. Un símbolo de órdago. Este faro es un farol, tanto en el sentido de iluminar, como en el de jactarse de que navegamos –ayer, hoy, mañana y siempre– viento en popa, encalles y galernas aparte.
Y ahí está el faro, alumbrando en el tránsito histórico, donde Avilés, por lo general, deslumbra.
San Juan de Nieva, situado en el norte atlántico de España, es un ‘finisterre’ para caminos de hierro, asfalto y tierra. A estos efectos, aquí frena uno en seco o se da la vuelta, a no ser que quiera seguir buscando el norte a nado. Entonces ya no digo nada. Pero no es habitual.
Si que lo es, la desmadrada contaminación atmosférica que sufre este pueblo marinero, últimamente castigado por una misteriosa intoxicación de mercurio.
San Juan de Nieva es el paradigma de lo fronterizo. Está divido en dos por la ría de Avilés. Y los trozos resultantes, trinchados en tres por los concejos de Castrillón, Gozón y Avilés. No conozco caso igual de desaguisado territorial.
Tal es la situación, que ni se libra la Santa Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, ya que por el mismísimo templo de San Juan –hoy desacralizado y cercado por cordilleras de mineral– pasa la raya divisoria entre Castrillón y Avilés.
Al otro lado del estuario –margen derecha– los problemas de lindes, entre Avilés y Gozón, fueron tan gordos, que el 27 de junio de 1976, acabó dictando sentencia sobre ellos, el mismísimo Tribunal Supremo de España, Sala Cuarta. El fallo, perdón, el faro, no escapa al diabólico troceado burocrático.
Y luego está el personal, Que, generalmente, lo nombra como ‘de San Juan’, siendo su nombre ‘de Avilés’, aún estando situado en terrenos municipales de Gozón, parroquia de Laviana. Surrealista ensalada geográfica, con mayonesa de bote.
Tan oficial es el nombre de Faro de Avilés como que –aparte de figurar con esa denominación en Puertos del Estado– en abril de 2008, circularon por toda España miles de décimos de la Lotería Nacional, que venían ilustrados con la foto del faro de Avilés. Lo mismo hizo Correos, dedicándole un sello. Y sabido es que Lotería y Correos son la sal y la pimienta del Estado español.
Últimamente Woody Allen ha terminado por universalizarlo, en una secuencia de su película ‘Vicky Cristina Barcelona’ (Scarlett Johansson, Javier Bardem, Penélope Cruz y Rebecca Hall), allí rodada, que muestra también la costa occidental avilesina con la isla de La Deva de fondo.
El faro está en la proa de la mítica península de Nieva, donde, durante siglos, estuvo emplazada una torre defensiva que con el tiempo fue provista de cañones, a pesar de lo cual un 31 de agosto de 1762 fue tomada por la Armada inglesa, que luego fue corrida por soldados avilesinos. Incidente éste no muy aireado y que una amiga mía no entiende el hecho de que para una vez que nos invade la pérfida Albión y encima los vencemos, ni lo marcamos como hazaña en el calendario, ni lo incluimos en los libros de texto con titulares del calibre de ‘El imperio inglés humillado en Avilés’.
Alojado en un torreón de 14 metros de altura, comenzó a lucir el 31 de agosto de 1863 con una lámpara de aceite de oliva y hoy alcanza 17 millascon luz blanca, bastente más allá que el Cañón submarino de Avilés, situado solo a 8 millas(cerca de 15 km.) y uno de los más importantes del mundo. Colosal sima de 4.750 metros, de profundidad, que sigue siendo explorado por buques oceanográficos. Episodio aparte éste, el de un mundo desconocido que se presume fabuloso y que tenemos ahí al lado.
El faro es un amigo que acoge o despide. Un símbolo de órdago. Este faro es un farol, tanto en el sentido de iluminar, como en el de jactarse de que navegamos –ayer, hoy, mañana y siempre– viento en popa, encalles y galernas aparte.
Y ahí está el faro, alumbrando en el tránsito histórico, donde Avilés, por lo general, deslumbra.
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