lunes, 31 de octubre de 2011

El jardín de las delicias marinas La fosa, en Google Earth

Los expertos consideran el cañón de Avilés una de las simas más importantes del mundo y reclaman que se declare área protegida

Juan C. GALÁN
Rapes albinos, bogavantes de tres pinzas, tiburones anguila y calamares gigantes. Especies marinas que remiten a una película de David Lynch o a una novela de Julio Verne. Y, sin embargo, todas ellas son reales, tangibles, y no mero fruto de la imaginación. No sólo estos moradores del mar, de nombres casi mitológicos, sino, por ejemplo, la población de cetáceos (calderones, delfines y hasta cachalotes) más importante del norte peninsular habitan a tan sólo 8 millas marinas, unos 30 kilómetros, de la costa avilesina. Ahí, mar adentro, se halla el cañón de Avilés, un auténtico zoológico de rarezas, un jardín de las delicias marinas. Su diversidad es tal, que los expertos lo colocan en el trío de cabeza de simas marinas a nivel mundial. Sin embargo, no es un área protegida. Los pescadores pueden faenar sin freno y, para lamento de biólogos, oceanógrafos y ecologistas, los planes oficiales para proteger las aguas del cañón son demasiado endebles e indefinidos, algo que no ocurrió con El Cachucho, a 60 kilómetros de la costa de Llanes, que fue declarada área marina protegida en marzo de 2008. Luis Laria, director de la Coordinadora para el Estudio y la Protección de las Especies Marinas (Cepesma), es rotundo: «El cañón de Avilés, por su riqueza, debería haber sido declarado espacio protegido mucho antes que El Cachucho».

En sus 4 kilómetros de profundidad, el cañón de Avilés alberga una riquísima biodiversidad. No sólo calamares gigantes, en especial del rarísimo tipo «Taningia danae», delfines o cachalotes. También corales y flora marina que difícilmente se encuentran en otras latitudes. Ésas son las especies que, hasta ahora, han encontrado los expertos, aunque el fondo abisal aún es una incógnita. A pesar de que a paso lento, las instituciones comienzan a valorar la importancia del cañón de Avilés. Así, la Fundación Biodiversidad, ente que depende del Ministerio de Medio Ambiente, ha incluido a la sima en un catálogo de diez espacios marinos españoles en los que se llevará a cabo una prospección exhaustiva con el fin de catalogar las especies que habitan en sus aguas.

El proyecto, al que se han sumado diez asociaciones ecologistas españolas, ha sido instigado por el plan «Life plus» que promueve la Comisión Europea. Una estrategia, cuyos resultados se esperan dentro de cinco años, y que tiene como fin último la catalogación de área marina protegida. «El plan integra análisis y estudios de la fauna y flora marinas del cañón, así como el diseño de medidas de gestión futuras que incluirán algunas regulaciones en materia de pesca», señala José Luis García Varas, de WWF Adena en España, una de las asociaciones ecologistas que con mayor ahínco ha trabajado para conseguir la catalogación de área protegida para el cañón de Avilés. «El cañón de Avilés es una de las 20 zonas del planeta más importantes en materia de conservacionismo», subraya García Varas.

A pesar de las buenas intenciones ministeriales, el propio miembro de Adena pone el dedo en la llaga al señalar la pesca como uno de los obstáculos para declarar el cañón de Avilés como zona protegida. La cercanía con la costa propicia que los pescadores de arrastre frecuenten sus aguas. También los de superficie, aunque sus capturas se limitan a sardina y bacaladilla. No en vano, la abundancia de calamares gigantes es un acicate para los pescadores de arrastre, que pueden llegar a ejercer una presión tal que ponga en peligro a muchas especies de las que habitan en el cañón. García Varas, no obstante, no es partidario de prohibir la pesca en la zona abisal, aunque sí de limitarla. «Para que el cañón sea declarado zona protegida debe haber necesariamente una regulación pesquera. No hablo de prohibir la pesca, sino de concretar tiempos de veda y disminuir la presión que podría desembocar en que muchas de las especies que actualmente viven en sus aguas huyan a otras zonas más pacíficas», comenta el socio de Adena, que apuesta por «un buen proceso de discusión y de intercambio de opiniones entre el Ministerio y los pescadores».

La sensación de que la pesca sin freno es un escollo para la declaración del cañón como área protegida también la comparte Luis Laria. El director de Cepesma alaba las intenciones ministeriales, pero considera que el Principado «debería luchar firmemente» para llegar a un acuerdo con los pescadores y proteger de capturas la sima. No obstante, no todos los pescadores se muestran reacios a aminorar sus capturas en el cañón. El luanquín Rafael Rodríguez, por ejemplo, aboga por cierto grado de protección. «Todo lo que sea conservar es positivo, pero lo que tampoco se puede hacer es prohibir. Lo que hay que acordar es un período de vedas que permita flexibilidad a la hora de faenar, pero cerrar totalmente las aguas no es bueno», señala Rodríguez.

A pesar de que el plan que promueven la Comisión Europea y el Ministerio de Medio Ambiente se fía a cinco años vista, el cañón de Avilés está cada día más cerca de ser declarado área protegida, lo que, para Luis Laria, abriría un amplio abanico de posibilidades, tanto en materia de investigación como, incluso, como atracción turística.

Sobre estas líneas se puede ver el cañón de Avilés. La instantánea está tomada del programa Google Earth, que permite ver el relieve submarino. Se aprecia la profundidad del cañón respecto a la placa oceánica que lo rodea.
reproducción de miki lópez 

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