Carlos Aradelano localizó a Suherman Hasan pero no consiguió liberarlo de la mesa y un banco que le aprisionaban
18.03.2014 | 09:27
Myriam MANCISIDOR "Nunca he participado en tareas de rescate tras el paso de un huracán, pero si tuviera que hacer una comparación, el espacio de camarotes del Santa Ana sería lazona cero de la catástrofe", sentenció ayerCarlos Aradelano, buzo desde 1998 del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil. Aradelano participó en las operaciones de rastreo del arrastrero portuguésla pasada semana, y su experiencia da buena cuenta del riesgo que entraña para los submarinistas el trabajo en un barco hundido en posición vertical. El agente perdió parte del dedo corazón (parte de la falangeta) y anular (casi hasta la uña) a dieciséis metros de profundidad, cuando estaba a punto de terminar su turno de rastreo en el buque y justo después de intentar rescatar sin éxito el cuerpo del marinero-mecánico indonesio Suherman Hasan.
"Ahora mismo estoy recuperándome de las heridas y estoy bien de cabeza: poco a poco voy asimilando lo que me ocurrió", manifestó ayer el buzo a LA NUEVA ESPAÑA. Su experiencia en el pesquero es de vértigo. "Accedimos al barco por la bodega (zona de carga) y seguimos el camino hacia los camarotes. Entré con un compañero y otros dos se quedaron en la puerta por seguridad. Vimos la cocina y accedí a un camarote que estaba comunicado con otro porque tenía la pared rota. Entonces mi compañero se quedó también en una puerta para darme seguridad a mi. Había muebles, mucha ropa, cajones y armarios abiertos... En estos espacios no vimos ningún cuerpo", describe. Aradelano siguió por el pasillo hacia otros camarotes. "Bastaba con tocar una cosa para que se cayera otra", manifiesta. Así llegó el submarinista oscense hasta el salón del "Santa Ana".
"Allí estaba el marinero indonesio. Decidí entrar solo a por él, siempre por precaución. El hombre estaba placado entre la mesa y un banco de madera, y no lograba verle las piernas. Intenté tirar de él, pero no se movía. Tenía cosas encima", asegura. Aradelano aún tenía que comprobar dos camarotes y medio más. Llegó entonces el cambio de turno.
"Como había entrado el primero debía salir el último. Por las bodegas, por donde entramos, también salimos. Ahí había una placa de acero inoxidable. Las corrientes me movían y para asegurarme posé la mano en el suelo, sin ver donde me apoyaba. Esa placa se abría y cerraba unos diez centímetros y ahí me quedó la mano: noté un latigazo, nada más", señala.
Aradelano tiró entonces de la mano hacia arriba y perdió el guante de neopreno con los restos de sus dos dedos. "No quise cortar el guante para no perder los dedos. No sé cuánto tiempo estuve allí, no sentí dolor", precisa. Vio brotar sangre y comprobó que los dedos índice y meñique estaban intactos, aunque con contusiones. Estaba a 16 metros de profundidad.
"Pensé en subir rápido, no quería por nada del mundo perder el conocimiento", agrega. Carlos Aradelano sufrió sólo un ligero mareo. Emergió haciendo un "escape libre" (a gran velocidad). Luego fue trasladado a la patrullera de altura "Río Miño"; y de ahí en helicóptero a Gijón y en ambulancia al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) donde fue sometido a una intervención de cirugía plástica. Ahora se recupera de las lesiones en Huesca.
Al marinero-mecánico Suherman Hasan, sus colegas lograron rescatarlo al día siguiente gracias a sus explicaciones. Aradelano estuvo al pie del cañón hasta el último momento.
"Trabajar en el barco es difícil, con el agravante de que está en posición vertical", reconoce y destaca que si bien la bodega está "limpia" la zona de los camarotes está "arrasada". Carlos Aradelano, pese a su dilatada experiencia, especialmente en cuevas bajo el agua, estuvo a punto de perder los dedos de su mano en el rastreo del "Santa Ana". "Las operaciones de rastreo son complicadas", concluye.
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